Page 18 - 2020
P. 18
18 › ESCUELA DE CRONISTAS Y ESCRITORES PARA LA MEMORIA DE ÑUBLE
Yo y mis olores
de la infancia
Eran mis primeros años, cuando mi vida empezaba a desarrollarse, cobijado en un
escenario familiar armónico, en el campo de mi abuelo materno Nicolás Vega Sepúlveda.
Por mis cortos y endebles pasos, sin tener mayores conocimientos ni responsabilidades
y nada que hacer, para mí ese lugar y entorno, todo era pasividad.
Pero más tarde, cuando sumados mis cumpleaños, gozando de la libertad para des-
cubrir los secretos que escondía la madre naturaleza, y frente a ese mundo desconocido Nuestro circo
y con ansias de conocer, muchas veces me encontraba reptando sobre la tierra o el pasto,
para descubrir las cosas ocultas del entorno; hábitat, que para mí iba agigantándose, en
la medida en que mis ojos iban desvelando objetos, animales o situaciones. Nuestra infancia estuvo colmada de juegos: los tradicionales y los
Apostado en el nivel más alto de admiración, podía contemplar la armonía con que que imaginábamos los once niños vecinos de la cuadra de mi casa, que
se desarrollaba la vida de tantas criaturas menores como: hormigas y escarabajos, lagar- éramos inseparables en nuestras actividades lúdicas.
tijas y matuastos, culebras y sapos rulos, todos los cuales, en su medio, empeñados en Un día de primavera el pueblo se llenó de alegría: un altavoz invitaba
sus particulares quehaceres. Así como también, al levantar la vista y prestar atención a a sus habitantes al Gran Circo Reveco. La orquesta pasaba por cada esqui-
seres más crecidos en tamaño, como las ovejas o vacas, que balaban y mugían para lla- na, interpretando alegres melodías con trompetas, platillos y bombo.
mar a sus respectivas crías y ofrecerles las ubres repletas de alimento. O de improviso, Los chiquillos y algunos perritos seguíamos a ese novedoso grupo por
sobresaltado, porque de entre el follaje, irrumpiendo en furiosos aplausos, las codor- todo el pueblo.
nices aleteando huían de mi presencia, asustadas. La primera función del Circo fue gratis para todos los niños, así que
todos tuvimos la oportunidad de disfrutar de ese mágico espectáculo.
Al anca del mulato Días después los chicos del barrio nos juntamos a recordar todo lo que
En el campo, en la época previa a la siembra de trigo, era costumbre el desmoche de habíamos visto en el Circo y se nos ocurrió la gran idea de hacer uno entre
árboles, especialmente de robles o hualles (…). Las hojas verdes de los ramajes corta- nosotros. Definimos los roles: Lalo anunciaba la función y tocaba la trom-
dos, caían sobre la tierra recién barbechada, para después de un par de días cambiaban peta que era un embudo grande. Manuel tocaba el bombo, un tarro gra-
de color, transformándose a café claro. Las hojas secas, que, según la humedad del rocío sero que hacía sonar con dos palitos. Los platillos eran dos tapas de olla
de la mañana, despedían un aroma tan agradable a mi percepción, lo que me es difícil interpretados por Julia. Carlitos Melo era el presentador de los artistas;
olvidar y describir. Inés, Camencho y Nelsa hacían de tonys junto con Pelluco. Mis hermanas
Todos los días, mi abuelo salía a recorrer los potreros para cerciorarse del estado de y yo éramos las bailarinas.
su ganado y el avance del requeme a efectuar. Eran los instantes en que yo aprovecha- El espectáculo se llevó a cabo en el gallinero de mi casa, con dos sec-
ba la ocasión para salirle al paso y plantarme delante de su caballo “Camiñanche”. Mi tores: la pista y el camarín, separadospor una colcha. El vestuario y el
abuelo, al adivinar mi intención, me invitaba cariñosamente: “ven para acá Catanajo” y maquillaje eran de lo mejor: sacamos unos sostenes de mi mamá, que
agarrándome de un brazo me subía al anca de su mulato, para después, paso a paso de rellenamos con calcetines y ropa interior. Las falditas eran pañoletas
la bestia, recorrer el potrero, así como al soltarle las riendas comenzar a galopar sobre atadas a la cintura. Alguien trajo un labial rojo que sirvió para pintar
la tierra barbechada. bocas, mejillas y narices.
Al acercarnos al ramaje de hojas moribundas o al pasar a llevarlas, al instante, éstas Bailamos al compás de la orquesta, los chicos y chicas imitaban a
derramaban su olor que yo no puedo olvidar hasta hoy, pese a que no soy capaz de des- los tonys y Julia a la “mismísima Guadalupe del Carmen”(tal como fue
cribir, por lo inefable del aroma. presentada en el Circo), cantando el tema “Rancho Alegre”, que su tía le
había enseñado. El espectáculo estaba saliendo de maravillas, cuando de
Emociones y reflexiones pronto se escucharon unas carcajadas mal disimuladas. ¡Qué vergüenza,
Quizás, si por el hecho de haber dado el primer vagido de mi vida en el campo, me Dios mío!, eran mis padres; menos mal que sólo pasaban por ahí y venían
es difícil olvidar los pasajes del ayer tan lejano, recordando una vida pastoril llena de a recordarnos que ya se hacía tarde.
encanto que nos ofrecía el medio rural; agreste quizás, pero muy culto en cuanto a viven- Después de unos días quisimos repetir el evento y cuando le avisa-
cia familiar que lográbamos entre los que gozábamos del medioambiente y lo que éste mos a Carlitos de nuestra idea, él respondió: “Sólo participaré si es con
nos regalaba, y nos sigue entregando, aún hoy. sostenes…”
Cuando en estos últimos tiempos suelo salir al campo en la estación de las hojas Hoy, dos de los actores de entonces deben estar haciendo su espec-
huérfanas o en la época de siembra, me es imposible soslayar el aroma de las hojas táculo circense en el cielo: el trompetista Lalo Riquelme y el presentador
secas de roble humedecidas con el agua de un chubasco repentino. Así como también, Carlos Melo. Los recuerdo con mucho cariño.
mi mente y corazón me transportan a los años de gratas vivencias de aquellos bucólicos
espacios junto a mis seres queridos, que ya se han ido de este mundo. Elsa Dinamarca Figueroa
Como las cosas de este mundo cambian cada vez más rápido, y por culpa de la vorági- (66 años)
ne de las innovaciones de la que de una u otra manera estamos subyugados, me asalta
el temor que se olviden tan agradables experiencias.
Especialmente las nuevas generaciones, que no han gozado de los particulares modos
y costumbres en el campo, ignoran los encantos que éste es capaz de entregar. En cam-
bio, los que pertenecemos a las antiguas progenies, sin duda con más experiencias,
sólo nos queda la inmensa nostalgia que invade el pensamiento, al recordar aquellos
entrañables pretéritos.
Alonso Herrera Vega (Ahacheve)
(84 años)
Yo cambio mi identidad cuando logro cam-
biar el relato que me narra. La verdadera
identidad es esa idea antigua y bien narrada
que enciende el corazón.”
ONTOESCRITURA,
Ziley Mora y Birgit Tuerksch