Page 17 - 2020
P. 17

1º.marzo.2020 ‹ 17




































































                                          El Sitio
                                          Al otro lado estaba el sitio. Lo fui conociendo un poco más grandes, y tenía mucho interés en recorrerlo, porquesiempre me parecía
                                        que había algo misterioso. Mi padre más de alguna vez sembró en ese terreno unos tomates descomunales que cosechaba cuando
                                        era muy pequeño, a esos los llamaban tomates corazón de buey. Gracias a ellos tengo en mis recuerdos la delicia de comer tomate con
                                        queso fresco para la once todo el verano, entre los placeres gastronómicos de mi niñez. En realidad, ese sitio aparte de algunos man-
                                        zanos y durazneros que daban frutos agusanados, por mucho tiempo fue una selva. Se pobló de malezas, ciruelos y varios olmos que
                                        crecieron solos por las raíces de un árbol antiguo que estaba en el cerco vivo que limitaba al oeste y que lo cubría zarzamora.Al final de
                                        este cerco, había un antiguo olivo cubierto de un moho negro en las hojas y ocasionalmente con aceitunas que nunca vi cosechar.
                                          El sitio también fue el cementerio de muchos de los animales de la casa y el basurero del vecino de la casa de atrás. Ya en mi puber-
                                        tad, con mucho esfuerzo, me dedique a retirar cualquier resto de basura presente en el terreno y a trasplantar algunos de los árboles
                                        que se dieron solos en el sitio justo al lado del cierre de hormigón donde terminaba mi casa. Un día me di cuenta como la basura de
                                        vecino pendía de las ramas de una higuera y con furia la tomé y la arrojé de regreso. Creo que los vecinos entendieron el mensaje.

                                          Ya no era un niño
                                          Un verano, con mis hermanos construimos una improvisada casa del árbol sobre el viejo olmo. No era alto, sino grueso, torcido e
                                        inclinado y en la parte anterior tenía grietas y nudos que me permitían imaginar que se trataba de una mujer trasformada por algún
                                        hechizo a un tronco y a la cual, en ocasiones, abrazaba para sentir como estaba aún viva. Pusimos tablas sobre él y otros olmos más
                                        delgados y nos instalamos con varias chucherías para jugar a que teníamos una casa en el árbol. Así nos pasamos todo el verano, mis
                                        padres nos verían solo para comer.Siempre le guardé aprecio a esa vivienda inestable en la cual nos alojábamos en aquellos días de
                                        vacaciones.
                                          Con los años, el paisaje de mi gran patio fue cambiando, casi todos los árboles que recuerdo ya no están. Hubo trabajos de cons-
                                        trucción y movimientos de tierras de excavaciones para los cimientos de la nueva casa de mi familia. Inevitablemente crecí, y me
                                        había convencido de que tenía que estudiar lejos de Chimbarongo. Cuando ya estaba terminando mi pregrado en la Universidad, se
                                        vendió el terreno de las vecinas y llegó una empresa de televisión porcable. La Compañía eliminó todo el cerco vivo y lo reemplazó
                                        con paneles de hormigón. Por un lado, agradecía la eliminación de los puntos de fuga de los animales que perdí, lo que tanta tristeza
                                        me provocó. Pero también vi al misterioso olivo que estaba al final del cerco vivo arrancado de cuajo, posiblemente para ser trasplan-
                                        tado, quizá, dónde. El viejo olmo tuvo un destino mucho peor, terminódestrozado como leña. Con ese acto, arrancaron y talaron mi
                                        infancia en un solo día. Ya no era un niño: lloré por dentro.

                                        Julio San Martín
                                        (43 años)
   12   13   14   15   16   17   18   19   20   21   22