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                         José Astroza   La hazaña de poder ver el amanecer
                             (24 años)

                                          Fue inusual la hora a la que me desperté ese día sábado, eran las 5:45 de la mañana. Debía ir a trabajar, me levanté lo más rápido
                                        posible, ya que no tenía claro a qué hora pasaba el primer bus. Llegue al paradero antes de la 6:30, acompañado de unos cuantos perros
                                        callejeros, con un poco de frío y esperando a que pasara el bus. Existía un silencio que solo interrumpían el caminar y los pájaros.
                                          Pensé en la última vez que vi el amanecer y no lo recordé; había pasado hace tanto tiempo que no tenía una imagen de cómo era.
                                        Minutos antes que pasara el bus el sol apareció por la cordillera. Me di el tiempo de sacarle fotos y enviarle algunos mensajes a la
                                        familia y amigos, contándoles la hazaña y la alegría de poder ver el amanecer en esa fría mañana. Subí al bus, me senté en el último
                                        asiento, estaba todo callado, solo interrumpía alguna tos, o cuando avisaban los pasajeros donde se bajaban. Veía como el sol se
                                        elevaba por arriba de las montañas; era algo hermoso para mí. En un momento el caballero que iba a mi lado le dijo al auxiliar que lo
                                        despertara en el cruce, luego de eso se puso a dormir.
                                          Notaba algo extraño, nadie veía por la ventana, noté el cansancio de un día sábado por la mañana en las personas, por eso todo
                                        iba en silencio, por eso el caballero solo quería dormir… Para la gran mayoría el amanecer era tan cotidiano; me imaginé que ellos
                                        tuvieron que levantarse más temprano que yo, pero multiplicado por largas semanas.
                                          El sistema tiene cansada a la gente, oprimida, tanto que no se detienen en las pequeñas cosas del día, no se preocupan de los
                                        demás y están en piloto automático.
                                          ¿Cuándo será el día que podremos cambiar nuestro ritmo de vida?
                                          Dicen que el silencio otorga; a mí me otorgó el momento de pensar y darme cuenta que un amanecer al cual le han dedicado can-
                                        ciones, sinfonías, pinturas y poemas, a la gente se le hace monótono y sin importancia. Pero no es su culpa, es del sistema en el que
                                        estamos inmersos.
                                          Después de haber estado una hora sentado en ese bus, casi haciendo un monologo interior, me bajé y llegué a mi destino. Fue
                                        distinto, también había silencio, pero en mi conciencia.







        Comencé                         Pablo Donoso                   Aflicción                        Bárbara Yañez
                                                                                                       Ormeño
                                        Guzmán
        a creer                         (24 años)                         Los adiós sin pronunciar,    (18 años)
                                                                          los últimos besos
          En invierno el sol asoma por la cordille-                       que tuve que darle al aire
        ra más tarde que en verano, pero el cielo                         por ausencia de mejillas
        cubierto de nubes grises no deja verlo. Mi                        que los recibieran.
        abuela me decía que el veranito de San Juan
        era el momento del año en que el sol apa-                         El abandono invisible,
        rece entre los temporales, un milagro que                         donde soledad era una amiga
        devuelve las energías a los que madrugan,                         y la  verdugo más cruel.
        sean personas, animales, plantas. Yo no
        creía, pensaba en la causalidad, en el clima,                     Crecer sintiendo que algo falla,
        pero es verdad. Una mañana de invierno,                           que estoy fuera de casillas,
        después de días de copiosa lluvia, vi la luz                      que destrozo el orden.
        roja iluminando la montaña blanca de nie-
        ve, inundando el valle de calor y comencé                         Haber amado tanto,
        a creer. Ahora lo espero todos los años,                          tanto, tanto
        aunque sea solo por un día, para abrazar                          y tener en las manos
        la estrella que apaga a las demás.                                nada más que migajas.


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