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                                                                                  Percala: la fina

                                                                                  tela de algodón


                                                                                    Con su coquetería innata, mi mamá Dorita, como la
                                                                                  llamaba la mayoría de la gente que la conocía por su
                                                                                  alegría y candor a flor de piel, se miraba frente al espejo
                                                                                  de mi abuela Ángela con la nueva creación: un vestido
                                                                                  de percala verde intenso con pequeñas flores en fucsia,
                                                                                  rosado y toques de amarillo, que daban una impresión
                                                                                  festiva y de pequeño jardín a su nueva obra.
                                                                                    Un buen escote redondo dejaba ver el inicio de sus
                                                                                  pechos que orgullosamente destacaba y el ruedo seguía
                                                                                  la moda del corte plato o godé. Parecía complicada su
                                                                                  confección pero era solo asunto de técnica. Eso sí, se
                                                                                  ocupaba más percala para dar el efecto godé.
                                                                                    La percala era una fina tela de algodón, usada para
                                                                                  hacer ropa a bajo precio.
                                                                                    Mi madre, con su venta de huevos, juntaba lo  sufi-
                                                                                  ciente para comprar nuevamente al vendedor ambu-
                                                                                  lante, que semanalmente visitaba su casa. Confeccio-
                                                                                  naba así, rápidamente, un nuevo vestido y cambiaba
                                                                                  semana a semana los diseños, poniendo un toque de
                                                                                  novedad, gracia y encanto también al amor que poco
                                                                                  a poco iba creciendo con Orlando, aquel morenazo de
                                                                 Marcela Castro   bigotes finitos, compañero de su hermano Rolando en
                                                                          Bravo   el Comercial, allí en Colín, en el campo que sus padres
                                                                       (65 años)  con tanta dificultad sacaban adelante.








                  Mi primer terno



                     ¡Mira, éste es el corte italiano!, -exclamó el hombre desde el portal de su negocio,
                  mientras miraba atentamente mi terno, entretanto pasaba frente a él. Miraba mi tenida,
                  pero la verdad, no la veía. El terno, en esos años, tenía una connotación social. Elegancia
                  asociada a un sector adinerado. Razón había.
                     El terno era una verdadera obra de arte confeccionada por artesanos del género, los
                  sastres. Consistía en una chaqueta, pantalón y un chaleco. Todo con la misma tela; ya era
                  una historia calcular cuántos metros se utilizaban, además del tipo y cantidad de boto-
                  nes y demás materiales. La calidad del género idealmente era gabardina o nuestro muy
                  nacional orgullo del vecino Puerto de Tomé. Estos géneros tenían su prestigio ganado
                  y se utilizaban por su belleza, originalidad y duración.
                     Por esto mismo ya en ese tiempo se utilizaba el reciclaje y se aplicaba de la siguiente
                  manera: el hijo menor utilizaba el terno del hermano mayor.  Si el desgaste era evidente,
                  se “viraba” el género, o sea, se daba vuelta y se reutilizaba en una nueva confección.
                     De aquí venía elproceso especial para cada persona, previa elección del “estilo” o moda.
                  No existía aún la fabricación masiva de esta vestimenta y se debían tomar las medidas
                  de cada persona. A continuación se debían realizar “pruebas” que, generalmente, eran
                  varias con sus correspondientes correcciones.
                     De esta manera, el costo de la confección era alto. Según calculó mi padre, la mano
                  de obra tenía un valor equivalente a aproximadamente 10 meses de entradas al cine los
                  domingos, lo que me pareció una barbaridad, pues corría el riesgo de la restricción de
                  mis entradas a los rotativos. A lo anterior se debía agregar el valor del género y la renova-
                  ción de zapatos, camisa y corbata, todo que hiciera juego, incluyendo pañuelo. Entonces
                  había que tener mucha plata para “ternear” a una familia con varios varones.
                     Por esto mismo, se utilizaba para situaciones especiales: matrimonios, cumpleaños,
                  visitas protocolares y otros. Era considerando un artículo de lujo.
                     Cuento aparte merece el estilo italiano que utilizaba ese día memorable. Esta moda
                  se había popularizado por la llegada de la motoneta, las películas italianas, los actores
                  y actrices de moda y las canciones. La moda italiana estaba en la cima.
                     Pero el secreto de mi satisfacción solo yo lo sabía. Porque ese día, el del primer paseo,
                  no solo estrenaba mi primer terno, sino sobretodo el reconocimiento del paso de mi   Sergio Meza
                  niñez a ser un adulto.                                          Carrasco
                     Esa mañana al ver la admiración suscitada, caminé lo más garboso posible, sintién-  (76 años)
                  dome todo un hombre.






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