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34 › ESCUELA DE CRONISTAS Y ESCRITORES PARA LA MEMORIA DE ÑUBLE








































                                El vagón desaparecido


                                   Esta historia no es mía. La escuché de un amigo ferroviario mientras elegíamos relatos de mitos, leyendas y sucesos
                                extraños en un taller de cuentacuentosque organizó la Universidad del Bío-Bío para adultos mayores.
                                   Hace muchos años, un tren de carga de veinte carros vacíos incluidoel furgón de cola salió de Chillán rumbo a San
                                Rosendo. El maquinista y sus colegas habían hecho este trayecto cientos de veces llevando los trenes vacíos y volviendo
                                repletos de carga del Sur y de la costa, especialmente del Puerto de Lirquén hacia los grandes centros de distribución
                                de la capital. Era una noche lluviosa de junio, como tantas otras y para ellos no significaba un problema. Salieron de
                                la Estación contentos, bromeando.No era un viaje muy largo, un poco más de dos horas. En San Rosendo, llegarían a
                                una pensión donde cenarían algo liviano y a dormir.
                                   Un grupo de obreros se encargaría de cargarlos carros durante la noche. En la madrugada, el trabajo estaba prác-
                                ticamente completado, sólo que esta vez les sobraba carga como para  llenar un carro más. Los Jefes estaban moles-
                                tos: -¿cómo es posible, ustedes hacen siempre esta rutina, saben cómo poner la carga, qué es lo que pasa?¡Revisen
                                de nuevo!”Después de varios intentos, a alguien se le ocurrió contar los carros. 1, 2, 3..., 17, 18,  19. “¡Jefe, falta un
                                carro!” Contaron de nuevo y efectivamente: faltaba un carro.

                                   ¿Abducido por extraterrestres?
                                   Después de descansar y desayunar abundantemente en la pensión, el maquinista y sus compañeros se dirigieron a
                                la Estación. Ya no llovía,pero el día estaba helado. Les esperaba una sorpresa. El jefe de los cargadores le dice –“¿Com-
                                padre, qué les pasó? ¿Porqué trajeron un carro menos y no nos avisaron?”--“¿Cómo? Los carros son los mismos 20 de
                                siempre, aquí tengo la guía con los códigos que los identifican.” Todo estaba correcto. Esta vez revisaron cotejando
                                los números. Faltaba el carro N°15.
                                   ¿Qué pasó? Revisaron el tren, carro por carro, los enganches y…claro. El enganche de los carros 14 y 16 no estaba
                                completo. Faltaba algo, como un seguro. Definitivo. El carro 15 se desprendió del tren y se descarriló en algún lugar
                                del trayecto. El tren siguió dividido en dos y en algún momento en que la parte delantera aminoró la velocidad, el
                                resto se acopló sin mayor problema. Nadie escuchó nada. La lluvia, el ruido propio del tren, las conversaciones lo
                                impidieron.
                                   Comenzó la búsqueda frenética del carro. Se recorrió la ruta en tren, a pie, en otro tipo de carril, buscando huellas
                                del lugar del descarrilamiento, mayor atención en zonas de curvas, de barrancos. Todo un misterio. El carro no apare-
                                cía. Parecía abducido por extraterrestres. Además el tiempo no ayudaba en nada. Fue un año lluvioso y frío como era
                                en la década del 60 y se borraron las huellas. El carro desapareció.

                                   Apareció el desaparecido
                                   No recuerdo todos los detalles que contó el amigo ferroviario. Creo que pasó el invierno y en la primavera, un cam-
                                pesino avisó a  Ferrocarriles que había encontrado un vagón de tren, en un sector no habitado, en medio de un bosque
                                de aromos y otros árboles propios del secano,a unos 400 a 500 metros de la vía férrea.
                                   Ahora vienen las especulacionesque yo me hago. Los que sepan más física que yo, que serán muchos, me dirán si
                                estoy más o menos en lo cierto. Confieso que le puse algo de mi cosecha al relato, pero igual. ¿Cómo se pudo soltar un
                                vagón de dos partes del tren, si este llegócompleto con su vagón de cola. En una curva el vagón voló por el aire y cayó
                                “de pie” varios metros en un ángulo de 45° del tren y siguió rodando ladera abajo por unos 400 metro y se metió al
                                bosque. Hay que recordar que estos carros de tren de carga son como una plataforma, entonces el volumen no es tan alto
                                como para derribar gran parte de la vegetación.Este fue el misterio de la desaparición de un carro del ferrocarril.

                                María Graciela Muñoz
                                (78 años)
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