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Historias de trenes
Ñuble y todo el centro sur de Chile poseyó la indefinible identidad que tuvieron los trenes. La historia de la región no puede con-
cebirse sin los dos renglones de fierro, la escritura de humo y sin esos puntos suspensivos de las estaciones que le aportaron esos
“textos” de madera y acero que fueron los trenes. Adentro viajaba nuestra historia.
Viaje accidentado
Los relatos, como representación de la realidad, poseen aspectos contradictorios. Pueden ser para
reír y llorar al mismo tiempo. Sin ningún obstáculo pasan del dolor a la felicidad como algo normal y
hasta lógico.
Como este relato acaecido en esta ciudad de Chillán. El personaje, profesor que aún vive, lo denominaré
con el apodo de Sata debido a que es una persona hábil, alegre y con ausencia de maldad en su vida.
Corría el año 1974 y nuestro país pasaba quizás, por el peor momento sociopolítico de su historia.
Esto se expresaba en la aparición de fenómenos terroríficos como son la desaparición, muerte y torturas
a los adversarios políticos de la dictadura que gobernaba en ese momento nuestro país .
Nuestro personaje había sido un ferviente partidario del derrocado presidente Salvador Allende y
fue perseguido y apresado. Sentenciado a muerte fue salvado por un sacerdote amigo a última hora.
Posteriormente relegado a una ciudad al norte de Santiago, lo suficientemente lejos para no ser con-
siderado un peligro grave para la sociedad y el país.
Pero pasado algún tiempo don Sata echó de menos hasta lo indecible la longaniza y el mosto de esta
tierra, así como otras delicias, incluida alguna que otra pierna suave.
De esta manera no descansó hasta que, coludido con sus amigos y su familia, urdió la historia de
realizar un viaje urgente pues un pariente cercano muy enfermo sólo lo esperaba a él para transitar
hacia el espacio del más allá.
La trama dio resultado y así nuestro buen amigo don Sata llegó de vuelta a su tierra por algunos días.
Es fácil imaginar la euforia con que fue recibido y los días concedidos pasaron rápidamente.
De este modo a la hora de partir nuevamente a su relegación que de abrazos, regalos etílicos y des-
pedidas es dable imaginar se le concedieron a nuestro personaje.
Ese día las demostraciones de cariño fueron extraordinarias y se forma un grupo que no solamente
lo acompaña al andén de la estación sino que, además, en el tren hasta la vecina ciudad de San Carlos.
Por supuesto todo esto era con largas libaciones en la espera de partida del tren y siguió arriba hasta
la próxima estación donde bajaron los amigos quedando mi buen don Sata solo. Todo se hizo según
lo planificado hasta el adiós definitivo.
¿Desaparecido?
Pasaron algunos días y cuál no sería el espanto cuando amigos y familiares se enteran que nuestro
personaje no había llegado su lugar de relegación. Nuevamente se reúnen los amigos y se arma otro
equipo para indagar la verdad de lo sucedido. Esta vez sería un equipo investigativo.
A través de los pasajeros que viajaban ese día y los encargados del tren, logran dilucidar parte de
esta historia. DonSata había quedado tan “etilisado” que comenzó a hacer uso de la palabra arriba de
los asientos del carro.
No tardaron en subir dos personajes oscuros de gafas que toman a nuestro personaje y lo bajan
en la estación de Retiro. Esto fue todo lo averiguado y la cosa pintaba mal, al extremo que se reportó
como desaparecido.
En Chillán era todo rogativas a los santos y a las autoridades de la época que no sabían dar respuesta
a este enigma.
En ese momento se organiza otro grupo de amigos para viajar hasta la última estación que se vio.
Cuando bajaron en Retiro la estación estaba vacía, nadie ni cerca ni lejos, la cosa se veía de mal color y
la aprehensión crecía en el grupo.
Para continuar la tarea detectivesca buscaron la casa del único empleado de ferrocarriles y que ofi-
ciaba de todos los oficios, incluido como jefe de estación. No fue fácil ubicar la modesta vivienda del
funcionario.
Con los nervios de punta tocan la puerta y sale a recibirlos una señora desgreñada, con los ojos enro-
jecidos, a todas luces desesperada. Al principio los miraba espantados lo que aumentaba el temor de
los amigos. Pero cuando se enteró del objetivo de la visita del grupo les dice entre sollozos y gritos: “Por
favor, llévenselo, llévenselo, hace cuatro días que está tomando con mi marido y no hallo que hacer
con él. La estación está botada y con miedo que cuando vuelvan los señores que lo dejaron a cargo de
mi marido, ahora se los lleven a los dos.”
Los amigos mudos por la impresión unos, muertos de risa otros, finalmente lo ubicaron y lo des-
pacharon en el primer tren que pasó hacia Santiago, algunos lo acompañaron ahora para asegurar la
preciosa entrega en su lugar de relegación y no hubieran más sorpresas.
La historia no dice el tiempo que se demoraron los amigos en regresar de vuelta a Chillán…
SERGIO MEZA CARRASCO
(76 años)