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                                        “Paloma del alma mía”                                                     Elsa Dinamarca
                                                                                                                  Figueroa
                                                                                                                  (66 años)
                                          En esta historia las flechas de Cupido llegaron certeras a los corazones de Elsa y Horacio.
                                          Elsa junto a su amiga Carola, ambas de 21años, acostumbraban a salir de compras, de paseo, al cine,
                                        etc. Elsa trabajaba como operadora en la Compañía de Teléfonos en Curicó y Carola estudiaba. En una
                                        oportunidad que coincidieron sus días libres, fueron al cine a ver una película cuyo título se perdió en
                                        el tiempo, pero que llevaba la frase “Verde Mar”. El protagonista era un joven muy guapo del cual se
                                        prendaron ambas por su apostura: Elsa más que Carola, pues esta última ya tenía novio.
                                          Por su parte Horacio, también de 21 años, con alguna experiencia en trabajos menores, había postulado
                                        a la misma compañía, siendo aceptado como instalador de teléfonos. Vivía con su madre y aunque tenía
                                        una relación armónica con ella, abrigaba la esperanza de tener un hogar propio y formar una familia.
                                        Había puesto sus ojos en varias niñas, pero ninguna de ellas había llenado sus expectativas. Ansioso,
                                        le decía a su madre: “Parece que la Divina Providencia no escucha mis ruegos, o ya se olvidó de mí”. A lo
                                        que ella respondía: “hijo, Dios tiene que atender cosas mucho más importantes que tus anhelos”.
                                          Aquel día Horacio se presentó formalmente vestido en la oficina de la Compañía de Teléfonos siendo
                                        recibido por Elsa, quien en cuanto lo vio casi se desmaya de la impresión y pensó: “Qué haces aquí, si
                                        tú estás dentro de esa película, y para colmo, anoche soñé contigo”. Mientras tanto, Horacio la miró y
                                        dijo para sí: “Ella es”.
                                          Pasaron algunos instantes en que ninguno de los dos habló, sólo se miraban y sonreían: Cupido
                                        hizo lo suyo. No había vuelta atrás.
                                          Fue el inicio de una hermosa relación con mucho romanticismo, colmada de anécdotas. Una de las
                                        más divertidas es que cuando Elsa estaba de turno de noche, Horacio se comunicaba con ella mediante
                                        un teléfono de prueba que conectaba desde un poste, directamente a la central telefónica. Años más
                                        tarde, ambos reían al recordar el episodio: él en medio de la noche, arriba de un poste -con frío, lluvia
                                        y viento- hablando largas horas con su amada, planificando el futuro.
                                          Después de un tiempo se casaron. Horacio recibió una oferta de trabajo en la Compañía de Correos y
                                        Telégrafos, pero debía trasladarse a Rafael, en la comuna de Tomé. Esto significó separarse un tiempo,
                                        mientras él encontraba la casa antigua donde formaron su hogar y su familia de cuatro hijas.
                                          Recuerdo que con Loly, mi hermana mayor, descubrimos parte de sus tesoros: dos paquetitos de
                                        cartas, uno de Elsa y el otro de Horacio, que se habían escrito mientras estuvieron distanciados. Nos
                                        impresionó la perfecta caligrafía de ambos, escrita con pluma y tinta.  Y como niñas nos causaba mucha
                                        risa el contenido, palabras tan llenas de amor que no alcanzábamos a entender. Ahora, al recordarlas,
                                        nos llenan de ternura: “Paloma del alma mía”, “Los días son interminables y las noches eternas”, “Me
                                        haces mucha falta”, “Te amaré por siempre y más allá de siempre”.








                                                                                  Un buen cuento nace de la significación,
                                                                                  intensidad y tensión con que es escrito;
                                                                                  un buen manejo de estos tres aspectos. La
                                                                                  novela siempre gana por puntos, mientras
                                                                                  que el cuento gana por knock-out.”
                                                                                                             Julio Cortázar
                                                                                                               (1914-1984)




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