Page 12 - 2019
P. 12

12

           12 › ESCUELA DE CRONISTAS Y ESCRITORES PARA LA MEMORIA DE ÑUBLE






           ¿Cómo se llamaban






           las telas de antaño?





                        Popelina, Tocuyo, Trevira (Polyester), Osnaburgo, Percala, Villela, Lino, Organdí, Maletón, Mezclilla, Alcatran, Astragan… Con gran
                      entusiasmo nombramos en clase todas estas telas de antaño, que muchas de ellas ya prácticamente no existen. Y con ello, rápida-
                      mente, surgieron los recuerdos de nuestras prendas más queridas y favoritas, las de la infancia y de la adolescencia, las que nos
                      daban autoestima y entregaban identidad, las que más que nuestro cuerpo, vistieron nuestra alma y dieron alas a nuestro espíritu
                      e imaginación…




                                                                                                Un recuerdo

                                                                                                de buena tela



                                                                                                  Es increíble cómo un perfume,
                                                                                                  una foto, la música, un sabor agradable
                                                                                                  o lo sensitivo de unas manos
                                                                                                  nos pueden envolver en el pasado.
                                                                                                  Recuerdo…
                                                                                                  El único vestido que me ha fascinado en mi vida.
                                                                                                  No tenían que luchar conmigo
                                                                                                  para que feliz lo luciera.
                                                                                                  Era un vestido de tela organza traslúcido verde agua
                                                                                                  con encajes de mariposas y hojas finas bordadas.
                                                                                                  Me sentía volar por los aires, vaporosamente fresco,
                                                                                                  al caminar, no sentía mis pasos.
                                                                                                  Flotaba…
                                                                                                  Me percibía como esas ninfas del bosque
                                                                                                  que habitaban junto a la cascada
                                                                                                  que mi madre me leía en el cuento.
                                                                                                  Mágicas, traviesas y un poco inquietas.
                                                                                                  Tan solo me faltaban las alas,
                                                                                                  pero a cambio,
                                                                                                  tenía una imaginación desbordante
                                                                                                  con la que podía trasportarme en un chasquido
                                                                                                  a mis lugares favoritos.
                                                                                                  Es increíble cómo un perfume,
                                                                                                  una fotografía, la música, un sabor agradable
                                                                                                  o lo sensitivo de unas manos
                                                                                                  nos pueden hacer volver al pasado.

              Fernán Troncoso   Mi primera
                      (52 años)                                                                                      Marcela Soto
                                camisa de lino                                                                       Quintana
                                                                                                                     (50 años)

                                   Mi primera camisa de lino estaba arrugada, tipo “ama-
                                sada”. Pero había trabajado mucho para tenerla. Recolecté
                                rosa mosqueta, zarzamora y bellotas de encinos para ven-
                                derlas a mis vecinos. Y llegó el día. Eran como dos meses
                                y algo más de intensos e inflexibles ahorros.
                                   Fui a la tienda de Don Fridolín y me quedé pegado            En una autobiografía no se trata de borrar
                                frente a su única vitrina un poco ahumada, tal vez sucia.       la memoria dolorosa, traumática o descon-
                                Estaba exhibida la más hermosa y distinguida camisa             certante, ni menos tergiversar o negar lo
                                color barquillo, esa con botoncitos oscuros, tenía hasta        sucedido, sino más bien penetrarla más a
                                en las aletitas del cuello botones negros. En las mangas y
                                hombros una presillas que la hacían extraordinaria. Tam-        fondo, obligar al hecho a que arroje todas
                                bién un bolsillito en el pecho lado izquierdo. Era ancha,       sus luces y todas sus sombras…”
                                fresca y elegante.                                                            Ziley Mora y Birgit Tuerksch
                                   Yo imaginaba que con esa camisa tan  “encachada” sí
                                que me vería muy bien en el baile del sábado en el Cami-
                                no Real. Ya habíamos salido de octavo básico, así que el
                                mundo era nuestro.



                                                                       12
   7   8   9   10   11   12   13   14   15   16   17