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                                                                                             Mis vecinos

                                                                                             del ayer


                                                                                             A Los ancianos

                                                                                             de mis barrios de

                                                                                             Pinto y Chillán


                                                                                               Yo les recuerdo viejos.
                                                                                               Yo les recuerdo sencillos.
                                                                                               Como puentes de una sola tabla.
                                                                                               Nunca el sol les pilló en la cama.
                                                                                               Amigos del arado y la huerta,
                                                                                               de ciruelos y zorzales.
                                                                                               Cristianos humildes.
                                                                                               Me evocan personajes bíblicos.
                                                                                               Observadores de la vida.
                                                                                               Su riqueza era la salud y el trabajo.
                                                                                               Bebedores de más de una copa.
                                                                                               Amaban a su familia,
                                                                                               como la gallina a sus pollitos.
                                                                                               Viajeros de mundos celestes,
        “Barrio alto” de Chillán                                                               hoy me acompañan
                                                                                               desde la luminosidad de una estrella.
          La vida en el antiguamente llamado “Barrio Alto” de la ciudad de Chillán, aproximadamente 55 años
        atrás, era muy distinta a lo que se vive en el hoy denominado “Barrio Patrimonial”. La solidaridad y la   Fernando Arriagada Cortés
        confianza compartida se expresaba con una impagable firmeza espiritual.              (61 años)
          Al llegar de visita donde un vecino,la acogida y la amabilidad en el recibimiento se notaba a flor de
        piel, a cualquier hora que se llegaba le ofrecían lo que estuviera disponible en alimentación, aunque
        fuera poca, se repartía para que todos los presentes degustaran lo que se servía.El pan amasado,las
        infaltables sopaipillas, nunca faltaban tampoco las tortillas a rescoldo de cáscara crujiente, con olor a
        una mezcla natural de ceniza y tierra y un sabor que aumentaban las ganas de seguir comiendo, a pesar
        que la barriga estuviera arrebozando. También se recuerda los infaltables toques de licores que se com-
        partían al llegar a un hogar, recibiéndolos con un aromático y bigoteado tintolio y a la despedida con un
        cortito de Cinzano de bajativo. Todo se realizaba entre las olas del océano estelar de relucientes, tempe-
        radas y acogedoras estrellas humanas.
          La desconfianza estaba erradicada entre vecinos. Prueba de ello era que la puerta principal de entra-
        da en las casas permanecíaabierta a toda hora del día y también parte de la noche.

          La vida humanamente más sencilla
        En esos tiempos la mayoría de las calles eran de tierra, no existía red de alcantarillado,
        faltaban comodidades en el interior de los hogares, los animales domésticos
        pasaban la mayor parte del día debajo de la mesa del comedor diario.
          A pesar de las necesidades y falta de recursos económicos disponibles, las familias se las arreglaban
        para realizar sus actividades en forma normal y compartir lo que estuviera al alcance del bolsillo con sus
        semejantes.
          La vida en esos tiempos era más sacrificada y a la vez más natural, por lo que se valoraba más lo que
        con mucho sacrificio y esfuerzo se conseguía.Hermosos recuerdos que hacían sentir el corazón unido, el
        alma viva, la vida humanamente mássencilla, menos estrés y más feliz.
          La juventud de ese tiempo era honrada, responsable y respetuosa de las personas mayores, además
        muy cooperadoras en ayudar con trabajos voluntarios a los vecinos que se les presentaba algún proble-
        ma inesperado, sobre todo inundaciones en la temporada invernal.
          En los tiempos actuales la vida en el barrio es muy distinta, calles asfaltadas, red de alcantarillado
        funcionando en la mayoría de las casas, mayor conectividad, más vehículos circulando, todo esto con-
        trasta con mayor congestión y más contaminación, es decir, menor calidad de vida natural.
          En estos tiempos no hay control ni “tenencia responsable de las mascotas”, de tanta publicidad y
        alarde, porque las mascotas diariamente salen a recorrer las calles del barrio a florear y perfumar las
        veredas con sus “tortas”.
          Respecto a las comunicaciones actuales con los vecinos, se ha perdido la tradición de compartir y
        socializar, cada uno vive su propio mundo, individualismo total, la desconfianza se impuso firmemen-
        te, viviendo en un mismo barrio como imperfectos y mortales desconocidos.¿Por qué será?

        Fernando Daza Hurtado / FDH
                                                                                             Si yo nunca sé lo que vivo en mi vida, no
                                                                                             tengo una historia; si no sé nada de mí no
                                                                                             poseo raíces. Y si no tengo conciencia de ellas,
                                                                                             no tengo Ser. Para crecer en la identidad se
                                                                                             deben regar las raíces, pero antes, elegir cuál
                                                                                             de ellas alimentar escribiéndolas.”
                                                                                                                   ONTOESCRITURA,
                                                                                                           Ziley Mora y Birgit Tuerksch
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