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10 › ESCUELA DE CRONISTAS Y ESCRITORES PARA LA MEMORIA DE ÑUBLE





           Memorias de un barrio emblemático de Chillán



             ¿Existen los barrios hoy en día en estado químicamente puro?
             Me inclino a creer que un barrio tradicional y la vida de barrio pertenecen a otra época y en los últimos años han estado agonizando notoriamente. Incluso hay hasta
           un travestismo en la denominación de ellos, así podemos encontrar: villas, poblaciones, parques residenciales, parques habitacionales, conjuntos habitacionales, con-
           dominios, loteos, comunidades de edificios, etc.

             ¿En Chillán, habrá alguien que actualmente haya escuchado hablar de “Barrio Estación“,  “Barrio Cementerio“ o “Barrio Regimiento“?
             A lo sumo y escasamente, he oído a veces decir “Barrio Céntrico“, para referirse al casco histórico de la capital regional, el cual pareciera que tampoco califica como un típico
           barrio. ¿Cuánta gente vive en las manzanas cercanas al mercado? ¿Se juegan pichangas en el Paseo Arauco? ¿Se visitan los vecinos de la plaza San Francisco?
             En el papel sí podría figurar como tal, pero en la actualidad es como un cuerpo momificado: tuvo vida, se desarrolló y creció, pero enfermó y nunca recuperó su condición
           original. Está en un estado de cierta preservación, como legado para las nuevas generaciones, algo así como una combinación de maqueta a escala natural y museo de cera a la
           vez.
             Ahí está el tradicional distrito más moderno, con centros comerciales, paseos peatonales, bancos, farmacias, cafeterías, negocios varios, etc. Sí claro, con gran cantidad de
           gente circulando, inmersa en compras, trámites y quehaceres, pero son personas con las que probablemente no me encuentre nunca más y con las cuales apenas podría haber
           un saludo y quizás una conversación. Pocos de quienes deambulan o están establecidas en el sector se conocen, hay desconfianzas y claramente, no hay comunidad, ni redes,
           ni es posible distinguir un verdadero tramado social.

             El túnel del tiempo
             Retrocedo un par de décadas. Michel J. Fox, se sube al De Lorean y llega directo a Avenida Argentina con Avenida Libertad y a la Calle Francisco Ramírez. Indelebles nombres
           marcados en los recovecos de mi memoria. Allí viví por dos décadas. Allí pasó la niñez y adolescencia, hasta que asomó el adulto joven. En esas coordenadas se encontraba mi
           casa, frente al gran referente del barrio, el Hospital Herminda Martín. El antiguo edificio de cuatro pisos, de color celeste aguado y descascarado, siempre presente como ver-
           dadera montaña, inmutable y estático todos esos años. Por esta razón, esa esquina fue y aún sigue siendo un punto neurálgico de la ciudad, con gran ajetreo de personas, y un
           intenso movimiento de vehículos (mucho más escaso en esos años).
             Tan inferior era el tráfico en ese tiempo, que mi papá tenía un lanchón, el Acadian Beaumont, amarillo crema, modelo 1970, que quedaba estacionado en plena calle. En el
           día y en las noches debía ser aparcado bajo la frondosa protección de una catalpa, la cual compartía dominio territorial con una titubeante luminaria. La casa tenía una entrada
           para vehículos, pero las dimensiones de la nave no permitían su recalada en los escasos cuatro metros del estacionamiento. Aún recuerdo el frío de las mañanas invernales, los
           vidrios del parabrisas y las puertas tapizadas de blanco con la gruesa escarcha y la operación deshielo. Mi mamá nos decía a mi hermano y a mí, cuando tomábamos la cremosa
           y concentrada leche de vaca: “Parece que anoche cayó la tremenda helada. Así que dejen agua caliente en la tetera, mézclenla con agua de la llave y échensela al auto, mientras
           ya salgo a hacerlo partir. “

             Avenida Argentina 538
             Así comenzaba el día en Avenida Argentina 538. Al lado sur de nuestra casa se encontraba una modista y su manufactura artesanal instalada en una dependencia interior.
           Vivía con su hermana, eran las “doncellas “ Espinoza, algo así como Selma y Patty ( de Los Simpson) chillanenses. En muy pocas oportunidades fui para allá; recuerdo que algu-
           nas veces se caía una pelota y había que ir a buscarla. Claro que ellas, o padecían de problemas oftalmológicos o bien tenían una escasa capacidad auditiva, porque tocábamos
           el timbre de la puerta de calle con gran decisión, se escuchaba el ring perfectamente, y no salía nadie. Así es que hasta nuevo aviso, suspendida por razones de fuerza mayor, la
           tarde de práctica deportiva.
             Con quienes sí tuvimos una relación importante, fue con las también señoritas de la familia Cabezas. Eran las vecinas de la esquina. Su casa era la única de dos pisos de toda
           la cuadra. Ellas eran cinco hermanas de diversas edades y adictas al celibato. La ligazón se dio, porque al poco tiempo que nosotros llegáramos, ellas recibieron a una sobrina
           con su hija, la cual fue compañera de curso de mi hermana. De este modo, jugábamos en el patio de este lado o del otro lado, veíamos televisión allá o acá, celebraciones varias,
           y de vez en cuando mateadas con las damiselas.
             Pero quien realmente tenía velas en ese entierro, era mi hermano chico; perseverante el nene en sus exámenes del vecindario y al final parece que el cántaro
           en algún momento se rompió. No pecaré de envidia, lo cierto es que no lo puedo confirmar ni desmentir, ya que conmigo Pablito nunca se explayó en el
           tema.

             Emporio Geno
             Los vecinos a quienes nunca se les presentaron cartas credenciales fueron los de la casa subsiguiente (hacia el sur). En primer
           lugar, era una casa “blindada”, con una reja en el ante jardín absolutamente tapiada con planchas metálicas negras y de
           altura considerable. También eran gente de avanzada edad que tenían una única y diamantada hija, mucho mayor que
           yo, un
             púber de 15 y una madurita de 25, cero posibilidad. Además, ya había presencia policial y de alto rango;
           con el correr del tiempo se supo que el galán que llegaba casi todas las tardes en un sedán blanco del año,
           era ni más ni menos que un alto representante de un gigantesco y célebre supermercado de esos años.
             Genoveva Riveros Galaz, gran personaje, de considerable voluminosidad y potente personalidad.
           Esta señora era la propietaria del conocido “Emporio Geno“, ubicado en Francisco Ramírez, enfren-
           tando la Asistencia Pública. Verdadero hipermercado del sector: rotisería, almacén, botillería,
           librería, todo ahí y atendido por sus propios dueños.
             Entrar, y la señora Geno sentada al lado de una mesa redonda, hacia atrás del mesón
           principal; lo usual era que estuviera fumando o tomando mate y comiendo (dependien-
           do de la hora, era el menú).
             Su corpulencia le restaba movilidad, así que no era extraño que cuando uno iba
           a comprar, tenía que auto-atenderse, recorrer estantes y vitrinas en busca de los
           artículos de la lista, para luego colocar todo lo elegido encima del mesón, de
           modo que ella pudiera ver, revisar, sacar cuentas y extender la boleta; recién en
           ese momento se podía abrir una puertecilla tipo vaivén (de igual altura del
           mesón) para avanzar hacia el lugar donde se encontraba ella y pagar.

             Cicles Rosales
             Y sí de dos ruedas se trataba, allí estaba el imprescindible taller de
           bicicletas “Cicles Rosales“. Qué manera de haber máquinas estacionadas
           en la vereda, esperando de ser retiradas por sus dueños. Principalmente
           se ubicaban en fila, afirmadas unas a lado de otras, entre la vereda y la
           calle; estas bicis aparentemente ya estaban listas, porque a veces uno
           iba y se sentaba en el sillón esperando que lo atendieran y así apro-
           vechaba de probar diferentes modelos: pisteras, minis CIC, Bianchis,
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