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        Resumen de                      Brenda
                                        Lagos
        un mal día                      Riquelme
                                        (29
                                        años)
          “La alentamos a que lo siga intentando”.
          Eso quería decir que había reprobado.
        Después de eso no escuché nada más. Fue en
        enero, había un calor insoportable, estaba
        cansada, pero no tenía sueño; tenía hambre,
        pero no ganas de comer. Terminé llorando
        toda la tarde. ¡Qué día más nefasto!

















                                                             El robo del tren                                     Juan Carlos
                                                                                                                  Olmedo Ulloa
                                                             de Coihueco                                          (67 años)


                                                               Mi papá, Oscar Enrique Olmedo Ramírez, profesor normalista, acos-
                                                             tumbraba viajar a Coihueco en la locomotora del tren, deferencia que le
                                                             hacia el maquinista y el fogonero del ferrocarril. En el invierno era mejor
                                                             viajar ahí, tomándose una botella, lejos de los ojos de los pasajeros.
                                                               Así mi padre creía ocultar su alcoholismo y defendía su integridad de
                                                             profesor primario. De esa forma  aprendió los secretos de manejar esa
                                                             endiablada máquina. No fueron un misterio para él, palancas, relojes y
                                                             perillas de su comando; le encantaba tocar el pito para espantar vacas
                                                             y caballares.
                                                               En uno de sus viajes de retorno a Chillán y junto a otro profesor, invitaron
                                                             a tomar unas “maltas” al maquinista y fogonero, en pago a los repetidos
                                                             viajes en locomotora. Ya un poco nublados por el alcohol, mi padre y su
                                                             amigo, en un descuido de sus invitados, salieron del bar y corrieron hacia
           María   Si miro hacia                             la Estación de Ferrocarriles de Coihueco y en un dos por tres la máquina
         Verena                                              corría rabiosa rumbo a Chillán. Las vacas espantadas miraban el feroz mon-
             (28   atrás…                                    tón de fierros que bufando y pitando se abría paso. El telégrafo acusete ya
           años)                                             daba cuenta a la Estación de Chillán del robo del tren. La policía alertada
                                                             del delito, esperaba en el andén el arribo de los asaltantes.
                     Si soy honesta, a mis 28 años y si miro   Por influencia de alguna compasiva autoridad de la época, mi padre
                  hoy hacia atrás, tengo la sensación de que   no fue a dar con sus huesos a la cárcel, mal que mal, eran profesores pri-
                  mi vida se ha parecido bastante al ropero   marios de la gloriosa Escuela Normal de Chillán. Así, todo el embrollo no
                  de mis padres. Me he vestido con sus ropas,   quedó más que en una pintoresca anécdota.
                  que no se ajustan a mi talla, son incómo-    El que no perdonó el desaguisado fue el jefe provincial de educación
                  das, aprietan o más bien me desaliñan.     de Ñuble, que con firma y timbre en papel sellado y con las estampillas
                  Considero que no encontraba mi ropa,       respectivas, suspendió del ejercicio de profesor a mi querido padre y a
                  y de algo debía vestirme, porque andar     su acompañante. Años después sería perdonado y reincorporado, pri-
                  desnuda no podía.                          mero como inspector en una escuela hogar para hacer mérito y luego
                                                             como profesor de Ciencias Naturales de la recién inaugurada Escuela 20
                                                             de la Ampliación Purén, terminando su profesión en la Escuela 4 y en la
                                                             vieja Escuela 1.



                                                                                  Yo no soy lo que viví, sino lo que recuer-
                                                                                  do de mí y lo que quiero hacer con estos
                                                                                  recuerdos.
                                                                                  Como el pasado  nunca termina de durar,
                                                                                  un suceso del pasado se puede cambiar. La
                                                                                  experiencia humana se transforma en el acto
                                                                                  de escribir, de narrarla.”
                                                                                                Ziley Mora y Birgit Tuerksch






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