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           18 › ESCUELA DE CRONISTAS Y ESCRITORES PARA LA MEMORIA DE ÑUBLE












































           El cielo se comenzaba a iluminar                                                     Mr. Enoky
                                                                                                 (Pseudónimo,
                                                                                                26 años)
             Parque Nacional Conguillío, noche de julio, corríamos hacia el campamento base para evitar la lluvia. Éramos 15 en
           el grupo, pero llegamos siete, nos habíamos separado; mientras preparaban la hoguera yo esperaba al resto, apuntaba
           con mi linterna hacia el sendero por donde veníamos, pero no llegaban. Llamaba por radio, no contestaban; la tormenta
           no cedía, dije con voz enérgica: “no puedo seguir esperando, ustedes dos conmigo, el resto quédense aquí”.
             Salimos a su búsqueda, un rayo de luz de luna nos iluminó el camino como si fuera un regalo de Dios, las linternas
           ya no eran necesarias. “Debemos dividirnos, tu por la derecha, tu toma la izquierda, mantengan los radios cerca”…
             Esparcidos por el sendero los fuimos encontrando, ”dos por acá”, “por acá hay tres”, dicen por la radio. “Vuelvan
           al campamento, marquen el sendero, yo volveré con él resto”.
             Con miedo en mi interior, pero más miedo a no encontrarlos, y con la luna como compañera, seguí cerro arriba.
           Entre las rocas escuché un grito de socorro, un grito desgarrador, que aceleró mi pulso cardiaco y mandó adrenalina
           directo a mis músculos cansados. Un segundo aliento, una bengala en el cielo, marcó mi camino hacía ellos: “¿nece-
           sita asistencia?” preguntaron por radio, “solo para traer a los perdidos”, dije con voz alivianada por ya saber dónde
           encontrarlos.
             Allá en la cima, un inconsciente, un deshidratado y una joven muchacha con shock nervioso: “todos tranquilos,
           dije; “ya vienen los refuerzos, ahora descansen, nos quedaremos aquí hasta que despierte y pueda caminar, los demás
           están en el campamento esperándonos”.
             El cielo se comenzaba a iluminar, la hora azul se hacía presente. Mojados, cansados y sobretodo hambrientos,
           esperamos por refuerzos. El resto del equipo llegó con la ayuda para transportar a los heridos. Mis últimas palabras
           fueron: “Nadie se queda atrás, o nos vamos juntos, o morimos juntos”




                  Sergio Meza   6 más 1
                     Carrasco
                      (76 años)
                                   Algo le faltaba el 7 de julio de 1977.
                                Algo le recordaba el siete.  Al revisar sus
                                bolsillos tenía setenta y siete mil pesos.
                                Algo le decía el destino.
                                   De pronto, el reloj dio las siete de la tarde,
                                cuando pasaba frente al Club Hípico. Entró
                                en el momento en que se preparaba la sépti-
                                ma carrera, y un caballo lo miró fijamente…
                                Es una señal -se dijo- y apostó los 77 mil
                                pesos al caballo número siete: el caballo
                                llegó a la meta en séptimo lugar…












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