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Ciudad
Cordonería Simbad sigue, pero
con “cambio de mando” La cordonería Simbad nació hace 85 años en Chillán con Juan Lama a la cabeza. En el
pasado se localizaba en calle 5 de Abril y hace unos 30 años en galería Quinchamalí. En
2008 la contadora auditora de Santiago, Maricel Bravo, compró la propiedad a su antiguo
dueño, quien en ese entonces estaba enfermo.“Yo buscaba desestresarme un poco de la vida
en Santiago. Era encargada de recursos humanos en un holding de empresas”, dice.
Debido a la fama que tenía la marca, Maricel optó por darle continuidad hasta hoy, can-
celando un costo por ello. Dado el nulo conocimiento en el rubro, investigó a fondo y
buscó nuevos proveedores en Santiago.
Tras tomar la posta, su fórmula siempre ha sido ser precavida y mantener resguardos para
periodos de necesidad. “Para ser independiente hay que ser muy estructurada en los ingre-
sos y egresos de dinero, porque en un negocio siempre se tiene que visualizar el futuro e
ir ahorrando. Aunque estés pasando por una temporada de ventas fabulosas no te debes
maravillar con eso de gastar y gastar, sino que mantener un respaldo económico en caso
de tener que hacer una inversión o enfrentar periodos de vacas flacas”, sostiene.
Para su actual dueña, “Cordonería Simbad” se han transformado en un punto de encuentro,
donde chillanejos reviven sus emociones. “A mi me da mucho gusto ver cuando las clientes
llegan a la cordonería y vemos tantos episodios. Se juntan dos clientas que eran compañeras
de colegio, que ahora son de la tercera edad, se ponen a recordar viejos tiempos o vuelve
el caballero que ya no vive en Chillán y vive en Puerta Varas, pero vuelve porque sabe que
va encontrar la peineta pantera y recuerda cuando iba con su mamá”, relata.
Fue fundada en el año 1910 por Jorge Zarzar Halabí, quien llegó desde Palestina con su Casa Zarzar: “Su estructura es
esposa para instalarse en Chillán con una tienda de vestuario y paquetería que se mantiene como un patrimonio de Chillán”
vigente hasta el día de hoy.
En su historia ha logrado sobreponerse a distintas adversidades para mantener un sitial
en el comercio chillanejo. Algunas de ellas, la gran depresión de 1929. Mientras muchas
tiendas quebraban, la casa sobrevivió. Luego el terremoto de 1939, fue otro golpe, ya que
dejó reducida a escombros su antigua locación al lado del Gran Hotel. Luego, arrenda-
ron en El Roble y en 1945 adquirió la actual propiedad en 5 de Abril, donde a la fecha 10
trabajadores dan vida al local, algunos con más de 40 años de labor.
¿Cómo se logra mantener un negocio histórico? Para Jorge Zarzar, tercera generación al
mando, junto a sus hermanos Sergio y Hedy, se debe ser precavido. “No correr aventuras
comerciales que pueden hacer sucumbir a una casa comercial. Por ejemplo, algunas
personas quieren establecer varias sucursales, emprender otro tipo de negocio que no les
resulta, en fin, todo eso. Es mejor avanzar lento, pero seguro y no retroceder. (…) Tenemos
un surtido interesante, privilegiamos los productos nacionales de las pocas fábricas que hay,
la calidad y la atención familiarizada. (...) Llevando una vida muy ordenada y cuidándonos
con los compromisos, sabiendo comprar lo que realmente necesita el negocio”, aclara.
Sus clientes provenientes de distintos puntos de Ñuble y de regiones vecinas les piden no
ceder a la modernidad y mantener el clásico sello de su infraestructura. “Nos dicen no
cambien esto. No sé si nos consideran como un museo vivo arquitectónicamente, pero
la estructura es como un patrimonio de Chillán”, enfatiza.
Casa Mamita: de fabricar Casa Mamita tiene raíces penquistas en 1940, de la mano de Rafael Poncell, quien luego
vestuario a la importación se traslada recién casado a Chillán para levantar un nuevo negocio. Desde 1955 se ubica
en calle 5 de Abril, donde inicialmente, con un anafre, la pareja dormía atrás del local,
partiendo de cero. Luego adquiere una segunda propiedad en la misma arteria.
En sus comienzos con 55 operarias fabricaban ropa, que se vendía a lo largo del país.
Entre sus clientes estaba Falabella, pero la crisis asiática no permitió continuar con ese
proceso al 100%. Así lo relata Víctor González Pocell (42), quien desde el año 2000 lleva
las riendas de la empresa.
“Hubo que reinventarse por completo porque nosotros fabricamos y la ropa se vendía
de Arica a Punta Arena y ya empezó a entrar todo lo importado y las telas ya no se ven-
dían como antes, por ende, no podíamos seguir fabricando. Entonces, nos tuvimos que
amoldar al nuevo sistema, y de ahí, en parte, hemos importado y adquirido de la industria
nacional. Todo lo que llega aquí es prácticamente del oriente. Ahora estamos fabricando,
por ejemplo, en este momento, vestidos de chinita”, comenta.
Casa Mamita ha trascendido por generaciones y se mantiene fiel a su estilo en retribución a
su clientela, que ha pedido no alterar su esencia característica de comercio tradicional.
“El cliente es bueno y fiel. Pasa de la abuelita, a la mamá y a la nieta. Seguimos mantenien-
do eso. Incluso hace años atrás íbamos a modernizar el local, a modificar por completo,
pero los clientes nos pedían que, por favor, no cambiáramos las vitrinas, los mostradores
porque le recordaba el tema antiguo y todavía seguimos funcionando con un sistema de
atención bien personalizado. Nos mantenemos igual que hace 80 años atrás”, destaca.
Para Víctor hay tres elementos que son claves para alcanzar una trayectoria comercial por
décadas. “Una buena atención, mucho orden y respaldo económico”, explica.