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Cultura&Espectáculos
Los funerales de mamá grande
Ziley Mora Penrose. Escritor, etnógrafo y filósofo
bdulia se llamaba la madre que le podía comparar. Pero ese muchachito aún
aparentemente enterramos en el muy verde y estúpido para valorar el gesto, a
cementerio de Coihueco. Porque pesar de tan elegancia sentía gran vergüenza
nunca se sabe en estos casos con porque esos calzones tan distintos al de la
Olas madres de antaño, si mañana mayoría de sus compañeros, declaraban –se-
se amanecerá en la cocina batiendo huevos y gún su pequeña cabeza- el humilde origen no
horneado empanadillas de pera. O si pasado asumido...Vienticinco años después, cuando
se pondrá a moler el maíz con la albahaca para una tarde vio en la calle como tres mil boxer
las primeras humitas de febrero. O bien, para el de una supuesta “marca” hechos en China,
cumpleaños de alguno de sus chiquillos, de la se acordó de la calidad inaudita de ese gesto
nada puede de nuevo hacer aparecer una tortilla exclusivo, único, personal, lleno de amor y
de acelgas o un pastel de papas con ajo, comino de magia.
y ají machacados en piedra, justo en medio de Ese mismo chico, en vacaciones la vio caer
la noche de insomnio. Era lo que en menos de embarazada y perder a otro hijo cruzando
quince minutos le hacía a su marido cuando el resbaladizo patio rumbo a la cocina de
éste abruptamente despertaba con un hambre adobes, lejos de los dormitorios : se estaba
enorme en medio de la noche luego de pasársele evaporando el agua de los porotos granados
el efecto del vino. Cerca del invierno, después para el almuerzo de tanto chiquillo y ninguno
de envasar mermeladas y rebanar orejones de de ellos podía retirar la pesada olleta del fuego.
manzana puestos a secar al sol, de un abrigo También la veía a diario agacharse treinta ve-
viejo Obdulia sacaba como por arte de magia ces para sacar agua del pozo o para descolgar
dos chaquetones para los niños mayores. Y del una canastilla a la sombra fresca del agujero.
forro más sedoso alguna camisa para el más Eran los tiempos donde esa canasta al interior
chico, y con los puntas sobrantes ribeteaba unos del pozo cavado por su padre, era el único
primorosos pañuelos para sus hijas. refrigerador. Agachada lavando la ropa de
Un día de marzo –mismo mes en que cama en el canal, agachada escarmenando la
después ella se iría al internado de la tierra lana antes de tejer un chaleco, agachada para
de su tumba- uno de sus hijos debía irse a un rellenar un colchón, agachada para limpiar el
internado a estudiar. Debía mandarlo lo más piso y fregar las ollas con la ceniza del fogón.
digno posible para que no se notara pobreza Todo esto Obdulia a su vez lo había visto hacer
pueblerina. Al chico le faltaba ropa interior. a su madre, en el campo de Frutlllares, donde
Entonces, ese preocupado adolescente por no nació, allí en ese terreno seco y pobre donde
tener boxer comprados en tiendas de ciudad, ella una tarde, luego de volver de cuidar a
vio el milagro mayor: de los extremos menos sus ovejas, a los doce años tuvo que vestir el
gastados de una sábana hechas de bolsas para cuerpo muerto de Carmen Rosa.
la harina, luego de decolorarlos al máximo, Esa vez quiso irse en el ataúd junto a su
confeccionó los más albos y más elegantes De un abrigo viejo Obdulia madre. Para consolarse, guardó por años
calzoncillos nunca vistos. un sombrerito con cerezas que ella le había
Además de una pequeño bolsillo para guar- sacaba como por arte de magia comprado. Cuarenta años después quiso
dar las pasas que en la noche podía comer sin irse de nuevo en el ataúd de Ambrosio, su
autorización del inspector por si a ese mucha- dos chaquetones para los niños hijo menor, quien una mañana le llegó a su
chito le diera hambre, le borda sus iniciales brazos frío, rígido y sin el caballo de cos-
-“ZMP”- con hilo dorado sacado de no se qué mayores. Y del forro más sedoso alguna camisa tumbre. Este dolor la llevó a otras cerezas, a
flexible hierba del jardín. El reglamento de ese los poemas, hasta alumbrar su libro “Violetas
colegio también exigía llevar pijamas. Pues para el más chico, y con los puntas sobrantes de mi huerto”.
bien, hizo lo mismo: con la misma delicadeza Cosecha ahora Obdulia la viña de tus vir-
transformó otras gastadas telas a rayas de un ribeteaba unos primorosos pañuelos para sus tudes, esa que plantaste con tu padre, bebe el
colchón. Ni el más costoso calzoncillo Calvin vino dulce de tus esfuerzos, Mam’a Grande
Klein de la más elegante boutique de Paris se hijas. de la Vida.
RetroDiario literario como un verdadero biografía en la serie publicada
Conocido en el círculo
por Editorial Nascimento,
exponente de la poesía maldita, ”¿Quién es quién en las letras
Nace en Chillán el poeta “maldito” Sergio Hernández Romero chilenas?”.
dejó una huella imborrable
Sergio Hernández, el poeta
Sergio Hernández Romero en las letras nacionales. Nació de las palabras malditas, aban-
donó la vida el 2 de octubre del
en Chillán el 17 de marzo
de 1931, y cursó parte de su
2010 tras una descompensa-
enseñanza en el antiguo Liceo ción que lo mantuvo internado
de Hombres de Chillán. por varios días en el Hospital
Más tarde, recibiría el tí-
de Chillán. Poco antes, había
17/03/1931 de Chile. Con el tiempo, el escribir sus obras. También
dejado de recorrer el barrio
tulo de Profesor de Estado
en Castellano en el Instituto
bohemio de la estación de
Pedagógico de la Universidad
trenes donde se inspiró para
poeta, ensayista y escritor
había dejado las aulas de la
completaría estudios de Postí-
UBB, donde los alumnos
tulo en el Instituto de Cultura
conocieron de su talento.
Hispánica y en la Universidad
Asimismo, había abandonado
Central de Madrid. Además,
sus libros de Baudelaire, Rim-
baud, Verlaine y Mallarmé,
fue miembro correspondiente
los poetas malditos a los que
de la Academia Chilena de la
Lengua, de la Sociedad Chilena
recién se iniciaba en el mundo
de Estudios Literarios y socio
de las letras. De hecho, tenía
activo de la Sociedad de Escri-
un cuadro con la imagen de
tores de Chile (SECH).
Baudelaire en el living de su
Su producción literaria se tanto quiso emular cuando
resume en textos como “Can- departamento en el Edificio
tos de pan” (1959), “Registro” Claudio Arrau.
(1965), “Últimas señales” Sus restos descansan en uno
(1979) y “Adivinanzas” (1998). de los patios del Cementerio
Además escribió una auto- Municipal de Chillán.