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Cultura
El sombrero que no se quitó
Hace unos días murió mi abuela decirlo, fue una de ellas. Como tantas entender la vida, de sostenerla desde
paterna. No era muy habladora, mujeres de su generación, tejió vidas lo invisible. Como también escribió
y yo tampoco fui especialmente y días sin pedir reconocimiento, Bertold Brecht en preguntas de un
cercano a ella. Pero la admiraba. Y construyendo a pulso la memoria de obrero que lee, “¿Quién construyó
más que eso, la atesoraba. Como un país machista que suele olvidar Tebas, la de las siete Puertas? En
se atesora una antigua fotografía En un mundo donde a sus artesanas cotidianas. los libros aparecen los nombres de
en sepia de alguien que no se ve No necesito idealizarla para sentir los reyes. ¿Arrastraron los reyes los
todos los días, pero cuya existencia todo parece suceder a su ausencia. Porque hay personas bloques de piedra? Y Babilonia, des-
—aunque discreta— nos da sentido. la carrera, tomarse un que nos enseñan sin hablar, que nos truida tantas veces, ¿quién la volvió
Fue una mujer que habitó el mundo momento para honrar cuidan sin tocar, y cuya existencia siempre a construir? El anonimato
sin grandes ruidos, como un río silenciosa nos acompaña más de lo merece más respeto que el rótulo,
que corre constante, más allá de al otro es un acto re- que sospechamos. pues en gran parte todos somos
las estaciones. volucionario.Quizás, al Mi abuela fue una de ellas. Tal anónimos.
Hay muertes que ocurren en medio vez no compartimos confidencias, En su funeral, no hubo carabineros
del tráfago diario, entre mensajes de final, no se trata sólo de ni largas sobremesas, pero había en que se cuadraran, ni desconocidos
WhatsApp y reuniones por Zoom. Y cómo morimos, sino de su figura una dignidad que se intuía que bajaran la cabeza. Algunos coches
uno, con los pies en la vereda, intenta más que se oía. Una sabiduría de las ni siquiera detuvieron la marcha.
hacer caber en una misma jornada la cómo permitimos que manos, del tiempo bien adminis- Pero ella merecía ese respeto. Como
pena y la normalidad. Pero la muerte los otros se vayan. Mi trado, de los afectos ofrecidos sin lo merecen todas las abuelas que
no cabe nunca del todo. Ni en los aspavientos. han tejido las tramas de nuestras
horarios, ni en las notificaciones, abuela se fue sin hacer Cito un artículo titulado Muerte historias sin dejar rastro digital. Alejandro Arros Aravena
ni en los comunicados escuetos. ruido, como vivió. Pero y autenticidad. Reflexiones sobre Porque honrar a los muertos no es Doctor en Educación, Académico
La muerte, cuando es de alguien Heidegger, Rilke y Blanchot donde sólo llorarlos, es también detenernos, Departamento de Comunicación
que ha sido parte de nuestro mapa algo dentro de mí, hoy, se escribió: “Lo que la muerte des- bajar la velocidad, reconocer —aun- Visual UBB
emocional —aunque no hayamos siente la urgencia de truye no es lo que amamos, sino su que sea por unos segundos— que la
compartido cada día—, tambalea decir: gracias. Gracias, presencia”. La muerte no borra el vida que acaba de irse hizo el mundo
las estructuras invisibles. amor. Solo nos deja huérfanos de su un poco más habitable.
Recuerdo que, años atrás, cuando aunque no te lo dije carne, de sus rutinas, de sus gestos. La filósofa Adela Cortina habla del
pasaba una carroza fúnebre por la tantas veces. Gracias A mi abuela no la veré más sentada “ethos del reconocimiento” como un
calle, la gente se detenía. Algunos se en su rincón, ni preparando té como principio ético: dar a cada cual el
descubrían la cabeza de sombreros por estar, por ser par- quien prepara una ceremonia. Pero lugar que le corresponde. Aún en la
y gorros, los conductores reducían te de esta historia que queda su modo, su forma de estar. muerte. Tal vez debiéramos volver a
la velocidad, y los carabineros, sin Como una estampa invisible que aprender esos gestos. No por nostal-
importar el rango ni el difunto, se aún escribimos. Y tal acompaña. gia, sino por justicia. Por humanidad.
cuadraban con respeto. Había un vez, el próximo cortejo Y pienso en todas esas personas Porque en un mundo donde todo
pacto tácito: frente a la muerte, se que, como ella, vivieron haciendo parece suceder a la carrera, tomarse
suspende el ritmo del mundo. fúnebre que cruce mi bien lo suyo, sin pedir una placa, sin un momento para honrar al otro es
Hoy ya no. He visto carros fúnebres camino, encuentre en dejar una cuenta de Instagram con un acto revolucionario.
cruzar esquinas como si fueran Uber, sus mejores momentos. Hombres y Quizás, al final, no se trata sólo
gente conversando con la música mí a alguien que se mujeres que no salieron en diarios de cómo morimos, sino de cómo
encendida, bocinazos impacientes detiene. Que se descu- ni en rankings, pero cuya existencia permitimos que los otros se vayan.
detrás de un cortejo. Es como si la hizo posible que otros pudieran Mi abuela se fue sin hacer ruido,
muerte ajena no mereciera ya ese bre la cabeza. Que baja soñar. Personas que vivieron con como vivió. Pero algo dentro de
mínimo gesto, ese pequeño ritual el volumen. Porque a lo justo, que criaron, enseñaron, mí, hoy, siente la urgencia de decir:
que, sin grandes palabras, decía: “su veces, el respeto se he- cultivaron, barrieron, cuidaron... gracias. Gracias, aunque no te lo dije
vida importó, aunque no sepamos sin espectáculo. ¿Quién les rinde tantas veces. Gracias por estar, por
su nombre”. reda. Como un sombre- honores? ser parte de esta historia que aún
En Sobre la muerte y los moribun- ro que alguien, alguna George Eliot, en Middlemarch, escribimos.
dos, Elisabeth Kübler-Ross escribió escribió una frase que me acom- Y tal vez, el próximo cortejo fúne-
que “las personas más hermosas vez, se quitó. paña desde hace tiempo: “El bien bre que cruce mi camino, encuentre
que hemos conocido son aquellas crece en el mundo en gran parte en mí a alguien que se detiene. Que
que han conocido la derrota, el gracias a personas que nunca han se descubre la cabeza. Que baja el
sufrimiento, la lucha, la pérdida, sido reconocidas”. Mi abuela per- volumen. Porque a veces, el respeto
y han encontrado su salida desde tenece a ese linaje. Su legado no es se hereda. Como un sombrero que
esas profundidades”. Mi abuela, sin un monumento, sino una forma de alguien, alguna vez, se quitó.
Chillán acoge la exposición
“Había una vez... en Dinamarca”
con el embajador Henrik Hahn
El Centro Cultural Municipal de Chillán inauguró así que muy contento de recibir a un embajador que
la exposición “Había una vez... en Dinamarca”, un viene a conocer y a reconocer a nuestros artistas
recorrido por la historia de la ilustración infantil locales”.
danesa, que abarca desde 1835 hasta 2022. La Durante su visita a la ciudad, el Embajador Bramsen
muestra, que toma como punto de partida la obra tuvo la oportunidad de recorrer importantes espa-
de Hans Christian Andersen, fue inaugurada en una cios culturales de Chillán. Además de asistir a la
ceremonia que contó con la presencia del embaja- inauguración de la como los del reconocido artista
dor de Dinamarca en Chile, Henrik Hahn Bramsen, David Alfaro Siqueiros. “Estoy muy agradecido por
y el alcalde de Chillán, quien también preside la el recibimiento en Chillán con tan caluroso amor,
Corporación Cultural Municipal de Chillán, Camilo es un gran placer estar en su hermosa ciudad, es
Benavente Jiménez. la primera vez para mi de visitar Chillán, y me sor-
En esa línea, el edil indicó que “recibimos la visita prende mucho que haya tanta cultura en Chillán y
del embajador de Dinamarca y hemos visitado me encanta muchísimo. Entonces inaugurar una
nuestros principales centros culturales, museos, el exposición danesa acá me da mucho gusto, después
Teatro Municipal, el Centro Cultural, y ha quedado de unos años de presentarla en Santiago, tenemos el
realmente impresionado de cómo nosotros en gran honor de poder traerla aquí a Chillán”, expresó
nuestra ciudad manejamos y trabajamos la cultura, la autoridad internacional.

