Carlos González Mufdi, presidente de la Asociación de Agricultores de Ñuble, acotó que la desprotección del sector y la falta de políticas públicas de fortalecimiento de la agricultura han sido factores fundamentales de la reducción de la superficie de rubros estratégicos de la canasta básica, como el trigo, el arroz, las legumbres, la ganadería de carne y la lechería, entre otras, que deben competir con un progresivo incremento de las importaciones de estos productos, a precios más competitivos que los nacionales.
En el caso del trigo, por ejemplo, a nivel nacional la superficie sembrada descendió desde las 426.100 hectáreas en 2001, a 187.878 en 2021. De igual forma, en la región de Ñuble, la superficie pasó de 37.653 hectáreas en 2017, a 32.647 en 2021.
Por el contrario, las importaciones han ido en aumento. Actualmente, el 56% del arroz se importa, principalmente de países como Argentina, Paraguay y Uruguay. En cuanto al trigo, el 43% de lo que consume Chile se importa, principalmente de Argentina, Canadá y Estados Unidos. En el caso de las leguminosas, el 90% de las lentejas que se comercializan en Chile son importadas, principalmente de Canadá, situación similar a la del garbanzo y en menor medida con los porotos. La carne de bovino importada representa un 70% de lo que se consume en el país, proveniente principalmente de Brasil, Paraguay y Argentina. Asimismo, el volumen de productos lácteos importados equivale al 41% de la recepción nacional de leche.
Precisamente, el concepto de soberanía alimentaria se ha levantado como una respuesta a la vulnerabilidad que supone no poder cubrir más del 50% del consumo nacional de alimentos esenciales, pues el libre comercio promueve que cada territorio se especialice en la producción de aquellos bienes en que tiene ventajas competitivas, lo que en Chile aplica para frutas, salmones y vino, por ejemplo, y no en aquellos donde es menos competitivo, como los cultivos tradicionales y la ganadería.
Según el dirigente gremial, “para abordar este problema, para todos estos rubros se deben dar las condiciones a los agricultores para producir, me refiero, por ejemplo, a condiciones crediticias de acuerdo al ciclo productivo, con plazos acorde a la actividad y tasas preferenciales, como ocurre en Europa. Entonces, tenemos sectores que se han ido reduciendo porque hay productos importados que han ingresado mucho más baratos, porque vienen subvencionados, la agricultura de Estados Unidos, Canadá y Europa es subvencionada, y ante eso no podemos competir”.
En esa línea, González advirtió que, “en situaciones de crisis más graves que la actual, en que los países productores comiencen a asegurar la alimentación de su población, yo me pregunto ¿qué van a mandar? ¿a quién le vamos a comprar?”
En ese contexto, recientemente, el Ministerio de Agricultura y Banco Estado anunciaron el lanzamiento de un crédito blando, “Siembra por Chile”, orientado a los cerealeros, que entrega un financiamiento de hasta 5 mil UF, con el objetivo de cubrir los costos por concepto de fertilizantes, que han exhibido notorias alzas en los últimos 12 meses. (ver nota aparte)
Al respecto, el académico de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Concepción, Dr. Raúl Cerda González, señaló que la reducción de la superficie de cultivos tradicionales es un síntoma de un problema profundo, “que tiene que ver con la forma en que el país piensa su agricultura”.
Cerda, quien es especialista en economía y desarrollo rural, recordó que en los años noventa se firmaron acuerdos de libre comercio, en los que Chile se comprometió a bajar sus aranceles, llegando en algunos productos a cero. A cambio, se esperaba reciprocidad de la contraparte. El problema, señaló Cerda, es que la agricultura entró en los acuerdos sin ningún tipo de protección, y citó como ejemplo el caso del acuerdo del Mercosur, que permitió, por un lado, el ingreso de carne a precios muy inferiores a los de la carne chilena, lo que favoreció a los consumidores, pero obligó a muchos productores a reconvertirse, a reducir sus costos para ser más competitivos o a apuntar a nichos de mercado de mayor valor.
El exdecano coincidió con los dirigentes del agro que afirman que el Estado abandonó a la agricultura tradicional. “En 1996, cuando firmamos el acuerdo con el Mercosur, se dictó la sentencia final para los rubros tradicionales, porque entonces nosotros íbamos a llegar al arancel cero, y ese fue el costo que la agricultura asumió en pos del desarrollo del país”.
En opinión del investigador, en una economía abierta siempre está el riesgo de las alzas de precios, así como de problemas de stock que amenacen el abastecimiento.
ROL DEL AGRO
Carlos González indicó que “el objetivo de la agricultura es la producción de alimentos, pero nos encontramos con adversidades en el camino, se vino la pandemia, la guerra de Ucrania, y lo que vemos refuerza lo que venimos planteando hace muchos años: nosotros necesitamos las condiciones para producir, y cada año no tenemos esas condiciones, ya sean crediticias, de seguridad de riego, porque no se han hecho los proyectos que se necesitan, y más recientemente, la incertidumbre sobre la propiedad del agua, y eso se va sumando, y le va poniendo más piedras al desarrollo agrícola, que ha llevado a que cada año en Chile se produzca menos trigo, menos carne, menos maíz, lo que nos ha llevado a depender de los grandes productores internacionales. Ahora nos encontramos con la guerra entre Rusia y Ucrania, que son grandes productores de trigo, de maíz y de fertilizantes”
Dado el actual contexto del mercado de los alimentos, el agricultor sentenció que “el tiempo nos ha dado la razón, porque en este país no hay políticas agrarias, la agricultura sigue siendo el patio trasero en la economía nacional, a diferencia de los países desarrollados, que sí protegen su agricultura”. González aclaró, sin embargo, que “a nosotros nunca nos han subsidiado y nunca hemos pedido subsidios, nosotros no queremos que nos regalen nada. Nosotros hemos pedido condiciones favorables para poder producir: créditos de acuerdo a los ciclos productivos y a la realidad del sector agrícola, mayor inversión en obras de riego y estabilidad, y eso no se ha dado”.
Si bien el dirigente reconoció el aporte que significa el crédito del Banco Estado para productores de cereales, advirtió que será muy difícil recuperar los niveles de superficie de trigo que existían diez años atrás, de hecho, puso en duda que se puedan incrementar en esta temporada las casi 200 mil hectáreas de trigo a nivel nacional. “Muchos agricultores están sembrando con la mitad del abono, otros van a sembrar menos, y otros no van a sembrar; el problema número uno que tienen los agricultores hoy es el elevado costo de los fertilizantes; en segundo lugar, que no están dadas las condiciones de tasas crediticias favorables como para pedir crédito a esos niveles de costos para sembrar; y tercero, la crisis hídrica. Es la tormenta perfecta”.
Pero los problemas no terminan ahí. González también apuntó a los loteos y las parcelas de agrado. “Nos han quitado una gran cantidad de hectáreas, que no solo compiten por el suelo, sino que también por el agua. Tampoco se entiende que no podamos producir transgénicos, mientras producimos semillas transgénicas para exportar, no podemos cultivar en el país”.
Para el productor chillanejo, el fortalecimiento de los rubros tradicionales es un tema estratégico. “Hay que apoyar a los cultivos tradicionales, porque debemos tener seguridad de abastecimiento de los alimentos de la dieta básica, y no me refiero solo al trigo. No podemos permitir que sigan bajando y tiendan a desaparecer nuestras legumbres, nuestros porotos, nuestras lentejas, los garbanzos, que son parte de la dieta. Las políticas agrarias de nuestro país deben ir destinadas a fortalecer la producción de los alimentos básicos”.
Y reforzó su argumento citando las aprensiones que tuvieron cuando se firmó el tratado con el Mercosur. “Nosotros fuimos los que más criticamos, nosotros lo advertimos en aquella oportunidad, dijimos que, si se ratificaba el acuerdo, los sectores tradicionales, sobre todo, la carne, se verían severamente afectados, y así fue. Otra vez fuimos el patio trasero, porque la moneda de cambio para favorecer a otros sectores fue la agricultura. En ese momento, la lógica fue abrir el mercado, porque así entrarían alimentos más baratos para la población. Han pasado los años, se dio la pandemia, se dio la guerra, y hay una escasez de alimentos a nivel mundial y nosotros no tenemos cómo producir, por lo tanto, vamos a depender de que algún vecino nos quiera vender. Si esta guerra se prolonga, la alimentación se verá muy complicada. Podemos llegar a una crisis energética y alimenticia tremenda. ¿Y de dónde vamos a sacar nosotros los alimentos? ¿Vamos a esperar que los argentinos nos manden un barco con trigo?”.
ECONOMÍA GLOBAL
Consultado respecto al rol de la agricultura en este contexto de incertidumbre por el abastecimiento de alimentos y las alzas sostenidas de precios, el profesor Cerda manifestó que “en una primera instancia, uno podría decir que la agricultura está llamada a ser el guardián de nuestra alimentación, pero el tema es que estamos insertos en un mercado internacional, entonces, si tú lo planteas como país, eso tiene un costo. Es decir, tener seguridad implica un costo, y el costo es que el Estado tendría que subsidiar, porque hay ciertos rubros en los cuales no tenemos ventajas competitivas, hay países que pueden hacer economías de escala, y por lo tanto, producir a más bajo costo, eso lo vemos, en general, en los rubros de granos y de carnes, donde es más difícil competir, porque hay países más grandes que pueden lograr economías de escala. Dado ese escenario, el país tiene que tomar una decisión, y no tiene sentido producir el cien por ciento, porque eso tiene un costo alto, en circunstancias que esos recursos se podrían destinar a otras áreas, como educación, investigación o pilares que puedan contribuir al desarrollo del país”.
En esa línea, el académico postuló que una opción del Estado es “subsidiar a determinado grupo o porcentaje, de manera que, si hay una hambruna mundial, no me vaya a pasar algo tan grave, van a subir los precios igual, pero no tanto, no me voy a quedar sin abastecimiento. Creo que esa situación, no sé si irá a ocurrir alguna vez en el mundo, pero es bastante impopular decir que los precios suben porque tienen que subir, y otras veces salimos ganando, como cuando países de Europa del Este han tenido problemas y eran grandes productores de berries, y el precio subió, lo que favoreció a los productores locales; otro ejemplo es lo que pasa ahora con los precios, y los productores de trigo están más que contentos”.
Al respecto, se mostró a favor de medidas focalizadas para amortiguar el impacto de las alzas de precios en los bolsillos de los consumidores, como subsidios a familias más vulnerables o subsidios específicos a determinados productos, “pero que no signifiquen un costo muy alto para el país ni desarmar el sistema, pero sí favorecer a aquellos que están sufriendo”.
El Dr. Cerda advirtió la inviabilidad de pretender ser autosuficientes en esos rubros tradicionales. “El problema nuestro es que somos un país demasiado pequeño, no puede aislarse. Porque cuando haces eso y aplicas medidas que van en contra de la Organización Mundial de Comercio y contra los acuerdos que Chile ha firmado, se comienzan a cerrar mercados”.
Por otro lado, técnicamente, sostuvo que es muy difícil aumentar sustancialmente la producción local de estos rubros, por la disponibilidad de suelo. “No hay mucha más tierra, la tierra ya se reconvirtió y la gente que está en frutales ya está en frutales, no se va a salir, por lo tanto, la holgura que tienes permitiría aumentar, como máximo, un 10-20%, nunca va a subir más, porque no hay tierra para eso. Entonces, significaría cambiar la estructura productiva, pensando en las situaciones de crisis, pero la pregunta es si esas situaciones de crisis son tan frecuentes como para hacer este cambio, porque por algo son crisis, entonces, si preparamos a la agricultura para tiempos de crisis, va a ser una agricultura pobre”.
Frente al temor al desabastecimiento de algunos alimentos, el investigador aseguró que “en nuestro caso, el desabastecimiento, en caso de producirse, va a ser mínimo, porque somos un mercado pequeño, entonces basta con pocos volúmenes. Una buena negociación permite hacer compras pequeñas para compensar lo que podría faltar. En el caso del aceite de maravilla, por ejemplo, que es lo que más se notó, efectivamente Ucrania es responsable de más del 40% de las exportaciones, y Rusia, de más del 20%, es decir, más del 60% están paralizadas, pero resulta que hay países de Europa, que también son exportadores de maravillas, ellos acuerdan cuotas y tienen recursos para hacer eso, porque ellos ya apostaron a desarrollarse por la venta de conocimiento, por lo tanto, con las ganancias que logran en la economía del conocimiento, pagan la agricultura, pero nosotros no tenemos eso todavía, nosotros todavía estamos al nivel de venta de materias primas”.
Planteó que, frente a problemas de abastecimiento, el país debe buscar productos sustitutos, como la soya, en el caso del aceite de maravilla, o buscar otros mercados, como Brasil y Argentina, sin embargo, criticó que en Chile no existe una planificación que se anticipe a estos escenarios. “Nosotros no tenemos un acuerdo público-privado como para prevenir ese tipo de cosas, que se veían venir”, sostuvo.