En el marco del plan de recuperación Chile Apoya, ¿qué medidas tendrán foco en la pequeña agricultura? ¿Cómo se van a implementar?


En el agro, hay algunas medidas que tienen que ver con la lógica de sustentabilidad que está imponiendo el Ministerio de Agricultura, como, por ejemplo, el plan de restauración del bosque nativo, que permite un aporte en reactivación económica, porque eso ayuda a generar más mano de obra (3.700 empleos directos y más de 6 mil indirectos), tiene un alcance territorial desde Coquimbo a Magallanes, y se inicia en mayo.

Otra medida importante es la de ferias y mercados campesinos, que busca acercar los consumidores a la producción local, por lo tanto, también dinamiza la actividad económica de la agricultura familiar campesina local, pero no de cualquier producto, sino de aquellos producidos más sanamente, con prácticas agroecológicas, que tengan menos dependencia de agroquímicos y con una baja tasa de uso de fertilizantes químicos. Queremos que estos mercados estén, ojalá, lo más descentralizados posible, es decir, en comunas rurales, de la mano del trabajo que viene realizando Indap, para lo cual se van a realizar distintas convocatorias a partir de julio, cuando mejore el tiempo, y ahí podremos definir más claramente los lugares en donde se van a establecer estos mercados de productos locales.

¿Y se sabe cuántos mercados campesinos se van a instalar en la región?


En este momento estamos en una identificación, pero a nosotros nos gustaría cubrir toda la región, ya hay algunos mercados apoyados por Indap que están funcionando, por lo tanto, al final de este programa queremos tener, al menos, un mercado en cada una de las 21 comunas.

VIÑATEROS DEL ITATA


Lo llevo a otro tema, seremi. Los pequeños viñateros del Itata vienen criticando hace mucho tiempo por los bajos precios que se pagan por la uva a granel, que según manifiestan, son valores que no alcanzan a cubrir sus costos, particularmente porque ellos tienen altos costos de producción, estamos hablando, además, de vides muy antiguas que no tienen los mismos rendimientos de las plantas jóvenes. ¿Qué solución ve usted? ¿Qué le parece la propuesta que plantearon algunos grupos de viñateros que piden la creación de un poder de compra estatal de la uva? ¿Comparte las críticas hacia las grandes viñas que, según han denunciado estos pequeños productores, tienen prácticas que atentan contra la libre competencia?


Desde el año 2016, aproximadamente, se ha ido dando un cambio en la realidad de la producción vitivinícola. El esfuerzo que ha hecho el Ministerio hace algunos años es, por un lado, hacer que la uva que se está produciendo en el Valle del Itata mejore en su valor. Hubo un periodo muy largo en que el valor estuvo muy bajo, y eso significó dialogar, establecer mesas de trabajo con los poderes compradores, que en general eran las grandes empresas vitivinícolas del país, y en ese sentido, lo que queríamos era tener una conversación para poder valorar la uva que hay en el Valle del Itata, especialmente las tres cepas más ancestrales -País, Moscatel de Alejandría y Cinsault- y paulatinamente esa discusión de la cadena se ha ido entendiendo, si bien es cierto los valores no son los que uno podría desear, hoy se han ido transparentando los valores de esas uvas y además, han ido entrando nuevos actores que han podido facilitar la comercialización de la uva, especialmente de los agricultores que tienen menos superficie -de menos de 3 hectáreas-, en que irrumpen tres cooperativas en la zona: en Coelemu, en Cerro Negro (Quillón) y en la zona de San Nicolás-Portezuelo-Ninhue. Esto ha permitido acopiar de mejor forma, empezar a pagar más por calidad, una mejor información de precios a los agricultores y también una mejor relación con las grandes viñas, que eso paulatinamente ha ido favoreciendo una mejor valorización de las uvas de cepas ancestrales. Ése es un camino, que hay que seguir profundizando, hay que seguir con los centros de acopio, que están en manos de los pequeños agricultores, que les permite negociar volúmenes de mejor manera con las grandes viñas, porque la venta individual generaba las distorsiones que tú mencionas, y el camino que va a seguir el Ministerio es ir transparentando de mejor forma la información de mercado, cuáles son los precios a futuro y los vigentes, de manera que los productores tomen una mejor decisión.

El segundo camino en el tema vitivinícola es mejorar la calidad y la performance de los vinos que se elaboran en el Valle del Itata, y ahí hay un trabajo muy interesante de ProChile, que ha podido abrir mercados extranjeros; también se han podido desarrollar otras iniciativas del Ministerio de Agricultura, relacionadas con reforzar el trabajo dentro de la bodega, con apoyo a la inversión, con mejor asesoría técnica para la enología y mejorar la infraestructura. Lo que tenemos hoy es algo muy concreto, tenemos alrededor de sesenta empresas que producen vino de una mejor calidad, y puedo quedarme corto, son pequeños emprendimientos que han obtenido premios y reconocimientos, en distintos concursos ya se empieza a notar la presencia del Valle del Itata, hace algunos años no se sabía de Itata. Por eso el segundo camino es fortalecer a los pequeños productores, que hicieron vinos más diferenciados, con la característica de ser ancestrales, y que también tienen este sello de origen campesino.

Y el tercer camino es fortalecer el diálogo, la mirada asociativa, por ejemplo, estas pequeñas empresas que producen vino, ojalá que comercialicen con sus marcas, pero que busquen mercados juntas, porque así les permite abordar con el volumen necesario que exigen estos mercados internacionales e incluso los nacionales.

En el caso del segmento de pequeños viñateros que comercializan uva a granel, cuando usted plantea que un camino es mejorar los precios, ¿se considera la creación de un poder de compra estatal? ¿O eso está descartado?


No, lo que pasa es que el poder de compra estatal de uva tiene que estar incorporado en la medida que no exista otra alternativa, pero hoy sí existen otras alternativas.

Se usa el ejemplo de Cotrisa, con el trigo.


Claro, lo que pasa es que justamente, Cotrisa es un poder comprador cuando no actúan los poderes compradores privados, no es que todos los años compre trigo.

En los últimos diez años yo no he visto el precio de la uva a más de 200 pesos el kilo, entonces, no sé por qué me habla de un aumento del valor, si siempre se mantiene bajo los $200, en circunstancias que los costos están en torno a los $300. ¿Cómo evalúa usted lo que se ha hecho en términos de este trabajo asociativo, los acopios, el apoyo del Indap? ¿Usted hace una buena evaluación?


Yo tengo una buena evaluación de la labor de las cooperativas, justamente porque le ha ido dando valor. Y ojo: el tema de los costos hay que sincerarlo. El costo de producción de un kilo de uva en algunos momentos claramente era mayor que el valor que les estaban pagando, pero ya desde hace algunas temporadas, el precio que les han estado pagando es mayor que el costo de producción, si bien es cierto es un negocio estrecho.

Pero este año están pagando 150-180 pesos por kilo…


Sí, claro. Cuando nosotros teníamos valores, en un momento determinado, que eran menos de 100 pesos, cuando estaba el costo más o menos en 120-130 pesos, claramente había un déficit, pero paulatinamente el precio de la uva ha ido subiendo. Recordemos que hay un precio base y después vienen bonificaciones por volumen, entonces, no es que definitivamente, cuando se liquida, el valor sea de 150-180 pesos, y eso genera la reliquidación de estas cooperativas. En general, lo que hemos ido viendo por la información que nos entregan estas cooperativas, es que el valor es mayor que eso. Lo que quiero decir es que el valor que se le paga al agricultor no es el precio que está en la pizarra, es un valor mayor porque hay bonificaciones por volumen, que es justamente el beneficio de trabajar asociativamente en estas cooperativas, que no lo tendrían los agricultores si trabajaran individualmente.

SOBERANÍA ALIMENTARIA


En otro tema. Con la pandemia se ha vuelto a hablar de la seguridad o soberanía alimentaria, de las alzas de los precios de los alimentos, el miedo al desabastecimiento, y ahora con la guerra en Ucrania ha aumentado la preocupación, por ejemplo, por el trigo y el petróleo, que encarece el transporte de estos bienes. ¿Cómo ve usted la posición de Chile frente a estas amenazas? ¿Está en riesgo el abastecimiento de alimentos de la población de Ñuble, por ejemplo?


Lo primero es que efectivamente esta crisis internacional, que no solo es producto de la guerra, el fenómeno pandémico nos pone en alerta en términos de lo dependientes que estamos en una buena cantidad de alimentos para poder autoabastecernos. En el caso del trigo, más de la mitad es importado; en el caso de la carne también; y en el caso de las oleaginosas, cuando hace un par de décadas teníamos una buena producción que ha ido disminuyendo y ha habido desviaciones hacia otros cultivos, especialmente frutales, hacen que uno tenga que pensar en aquello, que planificar no es tan malo, planificar es muy importante, pero esta planificación no puede ser unidireccional, no puede venir solo del Estado, tiene que haber una planificación que esté relacionada con la conversación con las comunidades agrícolas, y en este plano hay cierto consenso de que necesitamos abordar el uso del suelo también con una mayor diversificación, y eso implica hoy pensar en nuestros cultivos tradicionales, especialmente en legumbres, hortalizas y cereales, por lo tanto, hay que intentar aumentar la superficie de estos tres grupos, que han ido bajando paulatinamente, no solo porque se ha ido derivando hacia otros cultivos, sino que también porque el suelo está siendo usado para otras cosas, especialmente para el crecimiento de las ciudades o para otros fines, como hemos visto con las parcelas de agrado.

Precisamente, en el contexto de la competencia por el uso del suelo, en la región de Ñuble, ¿cuáles son los factores que han contribuido a disminuir la superficie de aquellos cultivos tradicionales que usted menciona?


Yo creo que uno de los factores es el crecimiento de las ciudades, que se da justamente en los lugares donde está la mejor productividad, la mejor calidad del suelo. Y ahí hay una competencia muy fuerte de otras actividades, que es lo mismo que pasa con la mano de obra agrícola, que ha ido disminuyendo sustantivamente, lo que tiene que ver con que hay otras actividades, por ejemplo, la construcción, que son muy atractivas y por lo tanto, se desvía mano de obra. Yo diría que un error que cometemos como país es que planificamos poco el crecimiento de las ciudades.

El segundo punto es que efectivamente, tenemos que decir que muchas veces somos muy buenos productores, pero no tan buenos en agregar valor, por lo tanto, tenemos que pensar que la materia prima que tenemos, además de hacerla de buena calidad tenemos que agregarle el valor necesario para que justamente compita de mejor manera con los distintos usos del suelo o de las actividades económicas en nuestra región. Por ejemplo, Chile es un muy buen productor en calidad de trigo, pero si nosotros no le damos el valor a la molinería para que diferencie su producción y el consumidor sepa que el resultado es un pan de muy buena calidad, lo que hacemos es indirectamente indiferenciar esa calidad del trigo; Chile produce una muy buena calidad de arroz, pero si nosotros no le decimos al consumidor que este arroz tiene determinadas características y es mucho mejor que otros que vienen de otros continentes, nosotros también vamos perdiendo el valor de nuestra propia producción. No hemos sido capaces de darle, muchas veces, valor a los commodities, a los cereales, a las legumbres, que nosotros tenemos, y eso es un trabajo que hay que empezar alguna vez.

¿Pero la solución va por ahí? Es evidente la reducción de la superficie de los cultivos tradicionales como el trigo o las legumbres. ¿El camino debe ser generar incentivos? ¿Faltan incentivos? Los agricultores siempre se quejan de que no existen políticas públicas que apoyen a estos cultivos, y por eso muchos se cambian.


Yo creo que hay que retomar la conversación de la cadena de valor, estamos muy desarticulados. Ésa es mi impresión. En un momento determinado, seguimos ese camino. Yo no sé si recuerdas, desde Ñuble surgió una iniciativa muy interesante de conversación de todo el clúster de la carne, y eso se perdió en el tiempo, y ahí había elementos de innovación, de valor, que empezaron a adaptarse sistemas de producción para poder generar justamente lo que estamos conversando. Existen distintas mesas que en este último tiempo no han dialogado, y lo que tiene que hacer justamente el Estado, organismos como la Seremi de Agricultura, es justamente provocar esa conversación para buscar este camino, que es el camino de darle más valor a la actividad agrícola, y para eso tienen que haber distintos actores de la cadena para que se pueda potenciar la labor de estos sectores que están más deprimidos. El país no es solo fruta, es fruta, pero es más que fruta. Es cereales, es legumbres, es producción de carne, especialmente en una región como la nuestra, que es una región de transición, que no tiene un nivel alto de especialización, que tiene muchas actividades agrícolas diversas. La lógica es poder llegar a ciertos acuerdos en la cadena para justamente darle mayor valor a la actividad agrícola, que es factible de hacer porque la producción primaria, en general, es una producción de buena calidad.

Ocurre que hoy es muy rentable invertir en otros cultivos, que no son los tradicionales, como el avellano europeo, por ejemplo, que ha crecido exponencialmente, entonces, competir frente a eso…


Eso es muy importante, no se puede desconocer, pero lo que no ha ocurrido es que el avellano europeo no ha reemplazado a las grandes superficies de trigo. ¿Hay un espacio para el avellano europeo? Por supuesto. ¿Hay un espacio para los cerezos? Por supuesto. ¿Hay un espacio para los cereales? Por supuesto. El suelo agrícola de Ñuble tiene espacio para tener distintas vocaciones, uno no podría pensar que hay ciertos rubros que se van a producir en toda la región, desde la cordillera al mar, hay ciertas especificidades, ciertas vocaciones.

LEY DE FOMENTO AL RIEGO


Finalmente, le quiero preguntar si este gobierno va a continuar con la prórroga de la Ley 18.450 de Fomento al riego. Mucho se habló en la discusión de la última prórroga, sobre la focalización en la pequeña agricultura. ¿Qué pretende hacer el gobierno con esta ley?


Efectivamente, uno de los lineamientos estratégicos del gobierno del Presidente Boric es atender y ocuparse de la crisis hídrica en la cual estamos, y en esto el Ministerio de Agricultura tiene algo que decir, especialmente en el agua para riego. La Ley 18.450 obviamente que se va a continuar, se está discutiendo, hay algunas propuestas en este tema, lo que yo puedo adelantar a partir de la información que ya nos han entregado, es que hay un foco de inclusión social con la agricultura familiar campesina, eso es innegable, a pesar de que ya la Comisión Nacional de Riego en los últimos siete años ha ido incorporando a la agricultura familiar campesina en sus concursos, y ahí hay un aprendizaje. Pero también hay otros elementos que son muy importantes, como el tipo de obra, el ahorro energético, la eficiencia del riego, que hay que potenciar en la ley de riego, así como también el rol de las organizaciones de usuarios de agua, que seguramente en esta ley van a cumplir un rol más importante. Son elementos que van a ir cambiando con esta ley y esperamos que la primera propuesta para la discusión en el Congreso esté pronta, porque creemos que va a ser una discusión larga, porque es un tema muy sensible.